El pasado sábado 28 de junio tuve la dicha de participar en la celebración de ordenación diaconal. Fue la primera vez que me tocó estar presente en este tipo de ceremonia tan solemne y de las más hermosas que he vivido, llena de signos, de símbolos, de promesas, de oración, de alabanza y sobre todo de amor. La ordenación fue concedida por manos de Monseñor Gustavo García-Siller, M.Sp.S, arzobispo de la Arquidiócesis en San Antonio, Texas, EEUU.
La parroquia estaba repleta de fieles, el coro que animó la celebración nos motivó para entrar en ambiente de oración con sus cantos de alabanza. Estaban presentes las familias de los cuatro misioneros: Diego Guevara Lazcano, MSpS, Humberto Ruiz Martínez, MSpS, Raúl Ruiz Medina, MSpS, y Gustavo Hernández Martínez, MSpS. Al inicio de la ceremonia vivimos un momento conmovedor, cuando sus familiares los abrazaron y les dieron su bendición.
La liturgia de la ordenación comenzó cuando se preguntó a la congregación si los cuatro candidatos al diaconado eran dignos. Una vez confirmada su dignidad, se procedió a las promesas que realizaron para recibir el diaconado. Los Misioneros se comprometieron a desempeñarse con amor y humildad, a vivir el misterio de la fe con alma limpia, a observar el celibato, a conservar y acrecentar el espíritu de oración, a imitar siempre a Jesucristo y a obedecer y respetar al Obispo y a su Superior legítimo.
Una de las partes más hermosas y conmovedoras fue cuando en símbolo de humildad, los futuros diáconos se postraron en el piso, mientras todos los fieles entonábamos las letanías a los santos. Se invocó a una multitud de santos, de pastores del pueblo de Dios y por supuesto, no podían faltar el Venerable Félix de Jesús Rougier, hombre de Dios, lleno de fe, hijo amante de María; y la Beata Concepción Cabrera de Armida, mensajera de la cruz de Jesús, laica, mística y apóstol, quien entregó su vida por la salvación de la humanidad.
Posteriormente, Monseñor García-Siller les impuso las manos y rezó la plegaria de ordenación implorando al Señor: “Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad el ministerio”. En tanto, en el coro se mostraba una manta donde se leía: “Tú misión es salvar almas.”
Entre los signos más característicos del diaconado, fue la imposición de la estola, y la entrega de libro de los Evangelios. Monseñor García-Siller leyó esta oración a cada uno: “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas”.
La celebración culminó con la liturgia eucarística donde los cuatro nuevos diáconos participaron activamente en la preparación del altar, las plegarias, la comunión y los ritos finales. ¡Ha sido una de las celebraciones más emotivas que he presenciado en mi vida! Doy gracias a Dios por haberme permitido participar ¡Que el Señor ilumine, guíe y cuide de nuestros nuevos diáconos! ¡Enhorabuena Misioneros del Espíritu Santo!