Y aquí va otra compleja reflexión de la vida. Últimamente, escucho a algunas personas decir: “Agradezco todo aquello que he tenido que vivir, porque de lo contrario no sería la persona que soy ahora”. “No me arrepiento y si es necesario, lo repetiría”. En conclusión: “No cambiaría nada”.
Este discurso se relaciona generalmente con situaciones difíciles y muchas veces con experiencias fuera de control, algunas afortunadamente superadas y otras en vías de.
Y sí, también estoy siendo un tanto sarcástica y probablemente exagerada, pero difiero, no coincido, incluso me causa ruido, y yo me pregunto: ¿Seré yo Señor? ¿Seré la única que prefiere ser un poco más realista? Si bien es cierto que vivimos en el mundo de los opuestos: lo malo para apreciar lo bueno, lo feo para reconocer lo bello, el caerse para levantarse, la parábola de los 10 denarios y tantos otros ejemplos que resultan en resignación o en resiliencia, no tenemos que repetir para ser, se vale modificar el pasado.
Creo que yo modificaría algunas decisiones, e incluso consideraría diferentes opciones; probablemente tomaría riesgos, me atrevería, me liberaría. En fin, tantas cosas, de lo contrario, sentiría el no haber aprendido de la primera experiencia.
No repetiría, pues nacemos con talentos y virtudes que desarrollan nuestro potencial, independientemente de distintos contextos y personas que condicionan nuestro entorno, pero los denarios son propios, son nuestros y serán los que van a catapultar lo que ya somos.
Estoy convencida de que los regalos traducidos en familia y amigos ya están destinados a acompañarnos desde el inicio.
Concluyo agradeciendo y convencida de que también aprendemos y crecemos por las buenas. Sí, por las buenas experiencias, por las buenas personas, por las buenas causas y bendiciones que recibimos todos los días, porque Dios nos creó, nos diseñó, y nos construyó a cada uno para que así sea.
Se vale mejorar el pasado…