8 de julio de 2024

La luz del mundo

Leyendo el Evangelio de San Mateo 5,13-16, dice: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con que se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle, para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte y, cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. Que, de igual manera, brille la luz de ustedes ante los hombres, para que, viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos…” 

Inmediatamente, vino a mi mente la graduación de una de mis hijas, donde nos entregaron un tríptico con el programa de la ceremonia y, en una de las hojas, venía este alentador texto bíblico. Así lo visualicé, un grupo de jóvenes saliendo al mundo de los adultos, listos para prepararse en aquella pasión de su elección, en esa vocación que, a esa temprana edad, nos resulta en ocasiones difícil de identificar. 

¡Qué inmenso compromiso el que tenemos los hijos de Dios! Ser la luz del mundo, iluminar con nuestros actos el camino de otros; emitir destellos que alcancen a los más alejados, de manera constante y paciente; sin desfallecer, manteniendo la alegría y fundamentando cada acción en el amor. El amor, fuerza avasalladora que mantiene vivo el fuego en nuestros corazones. 

Me queda claro que, en momentos de mi vida, lo he logrado y que, en otros, seguramente habré ensombrecido más de un camino; habré causado temor, confusión, dolor, en otros. Muy a mi pesar dentro de una inconsciencia y un ego desmedido, seguramente habré fallado a mi Señor. 

Sin embargo, Él, con su inmensa misericordia, me da oportunidades cada día, a cada momento, con ojos amorosos, como un padre protector me permite intentar nuevamente; vuelve a poner retos en mi vivir y espera de mí las respuestas, la dedicación y el compromiso de servir a mis hermanos; es maravilloso que, ante nuestras recurrentes caídas, Dios nos siga mostrando su confianza y benevolencia.  

Hay tantas oportunidades desde cada uno de nuestros espacios; la escuela, el trabajo, los amigos, la familia, hasta en los momentos cotidianos y en lugares inesperados, podemos dejar una pequeña huella en quien cruzó en nuestro camino. Podemos hacer esa diferencia en un momento de incertidumbre o desesperanza. 

Esta es una invitación a recordar sus palabras: seamos la luz del mundo; salgamos de la indiferencia, seamos arriesgados e intentemos nuevas formas; mantengamos viva la llama que permite que haya claridad en los senderos que otros exploran y ayudemos a que dejen también sus miedos a un lado; unámonos como uno solo a sus causas en el nombre de Dios nuestro Señor. 

Aquí una canción inspiradora…. 

Yo soy la luz del mundo 

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