26 de junio de 2025

La amistad con el Espíritu Santo

Durante nuestra vida, cultivamos amistades que enriquecen nuestra existencia, algunas de ellas datan de nuestros primeros años y se conservan, a pesar del tiempo y la distancia.

Otras, se van sumando a nuestro paso por la escuela, cambios de residencia, entornos sociales y laborales. Nuestras relaciones amistosas pasan por buenas etapas y, en otras, se enfian; sin embargo, basta con un pequeño contacto y la chispa se enciende, como si nada hubiera pasado.

Hay amistades a prueba de fuego que, en cada conflicto superado, se vuelven más fuetes y, otras, que, a la primera dificultad, se esfuman. Que bendición cuando contamos con amigos que se vuelven familia y que permanecen a nuestro lado en las buenas y en las no tan buenas.

Lo que es innegable es que la amistad debe cuidarse, saber ser amigos y abrirse a la amistad, estar ahí cuando nos necesitan y tener la certeza que tenemos una mano dispuesta a ayudarnos si fuera necesario. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! Ecle 4.10 

Aún si no tuviéramos ningún buen amigo que nos acompañe, siempre podemos contar con el auxilio y favor del Espíritu Santo. La beata Concepción Cabrera de Armida le recomendaba a su hija, Religiosa de la Cruz: Hazte muy amiga, amiga íntima del Espíritu Santo, porque Él es fuego. ¡Quién estuviera sumergida en el lago de su lumbre!

Un camino para lograr esta intimidad es la oración, por eso, quiero recomendarles el libro “Espíritu Santo, mi querido amigo, ¡Ven!”, del padre Fernando Torre M.Sp.S. quien, en colaboración con algunos hermanos de su Congregación, nos ofrece una oración para invocarlo cada día del año.

Cuidemos nuestra amistad con el Espíritu de Dios, para amarlo más y que nos favorezca con sus dones y frutos.  

Deja un comentario