8 de junio de 2025

Pentecostés

Como todo lo de Dios, Pentecostés está envuelto en el más hermoso misterio, no por lo incomprensible, sino por lo inabarcable. Jesús había dicho: “Salí del Padre y vine al mundo; ahora, dejo el mundo y vuelvo al Padre”. El Espíritu Santo también salió del Padre, también vino al mundo, no para encarnarse y no solo viene a poner orden, paz, armonía en nuestra persona, viene a santificarnos y transformarnos en Cristo, viene para que nuestra realidad de cada día sea fuente de armonía, luz y amor y, por eso, sabemos cómo debemos vivir y caminar. 

Espíritu Santo, lava lo que está sucio, riega lo que está seco, sana lo que está enfermo, doblega lo que está rígido, calienta lo que está frío, endereza lo que está desviado, pon silencio en nuestros ruidos, llena lo más íntimo de nuestros corazones.

El Espíritu Santo viene a santificarnos y a continuar la obra de Jesús en nuestro mundo, para que llegue a su plenitud: “Concede a tus fieles, que en ti confían, tus siete dones: danos el premio de la virtud, el puerto de la salvación y la felicidad eterna”.

El Espíritu Santo llena el vacío del hombre pues, mientras más lleno de Espíritu Santo esté, más ligero y libre es. Nada pesa tanto como el vacío de Dios, que lo suplimos con ideologías, posesiones, persecuciones, luces artificiales… 

El Espíritu Santo es Dios amor, plenitud de vida, verdad liberadora de acciones solidarias, para crear y recrear un mundo pensado y querido por Dios, con sabiduría, amor, armonía y esperanza. Es la promesa del Padre que nos da su Espíritu sólo por medio de Jesús: 

Juan Bautista afirmó: Yo los bautizo con agua, pero el que viene, después de mi, los bautizará con Espíritu Santo (Mt 3, 11).

Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. Jesús quería decir que los que creyeran en él recibirían al Espíritu Santo (Jn 7, 379.

Yo le pediré al Padre, para que les mande otro paráclito que se quede con ustedes para siempre (Jn 14,15).

El Espíritu Santo, que el Padre va a enviar en mi nombre, dará testimonio de mí (Jn 15,26).

Espíritu Santo, Santificador, ven a renovar lo más íntimo y profundo de los hombres. Crea una humanidad nueva, viviendo de acuerdo con el plan salvífico de Dios.

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