Te miro a los ojos y abro mi corazón con la verdad en la mano.
Me miras a los ojos y abres tu corazón con la verdad en la mano.
Te entrego mi absoluta confianza.
Me entregas toda tu lealtad.
Murmuro a tu oído mis más recónditos secretos.
Murmuras a mi oído tus más íntimas fantasías.
Te platico de las trivialidades cotidianas, de lo que oculta el sol, de la majestuosidad del mar.
Me platicas de tu ir y venir en el día a día, del trino de los jilgueros, del brillo de las estrellas.
Te cuento mis travesuras infantiles y el cariño de mi familia.
Me cuentas tus desasosiegos juveniles y tu primera seducción.
Te hablo de los retos en mi trabajo, de las metas alcanzadas, de aquellas que siguen sin concretarse.
Me hablas de tus triunfos en el deporte, de tu disciplina, de tu fuerza de voluntad.
Te nombro mi color favorito, mi mascota más querida, mi autor de teatro consentido.
Me nombras tu música predilecta, tu manjar adictivo, el pasatiempo que te apasiona.
Aplaudo cuando finalizas tus recitales de piano, cuando haces tus trucos de magia, cuando aprendes la lengua de señas.
Aplaudes cuando rompo una piñata, cuando vendo mis cuadros, cuando publican mis artículos.
Te cuento acerca del mayor elogio que he recibido, de mi accidente con la motocicleta, de lo que espero del futuro.
Me cuentas acerca de tu mayor logro, de tu acoso en la escuela, del lugar donde quieres estar cuando llegues al ocaso de tu vida.
Te revelo mis emociones, mis alegrías, mis desilusiones.
Me revelas tus sentimientos, tus nostalgias y tus ambiciones.
Te confieso mis miedos, mis anhelos, mis inseguridades.
Me confiesas tus preocupaciones, tus esperanzas, tus dolores.
Te ayudo a cumplir tus deseos.
Me ayudas a realizar mis sueños.
Te levanto cuando el agotamiento no te permite seguir adelante.
Me levantas cuando tropiezo con las piedras del camino.
Te curo cuando la rosa espina tu mano.
Me curas cuando el guijarro lastima mi pie.
Te ofrezco mi hombro cuando necesitas dejar correr tus lágrimas en libertad.
Me ofreces tu hombro cuando el ensueño embota mi visión.
Te sostengo con fuerza cuando del dolor de la pérdida y la frustración de la vida se tornan insufribles.
Me sostienes el paraguas cuando la llovizna interior se convierte en gélida tormenta.
Y, al acercarse la despedida,
quiero ser tu lazarillo, en quien te apoyes cuando ya no puedas continuar tu recorrido sin ayuda y que tú seas mi brújula, cuando pierda el norte y el olvido se apropie de mis recuerdos, quedando atrapada en las tinieblas.
Tú y yo.
Yo y tú.
Siempre unidas.
Siempre juntas.
Siempre codo con codo y hombro con hombro.
¿No es acaso la amistad el equilibrio perfecto entre el dar y el recibir?
Porque, al igual que me importas tú, te importo yo.
Porque, al igual que me respetas tú, te respeto yo.
Porque, al igual que me cuidas tú, te cuido yo.
Pero, sobre todo,
porque, al igual que tú me amas tal y como soy yo,
yo te amo tal y como eres tú.
¡Feliz Día del Amor y la Amistad!
Para mi amiga Marcela, gracias por estar, simplemente por estar.