8 de junio de 2025

El niño que, al nacer, cambió la historia

D.P. José Ignacio Abarca Franco 

Los profetas habían anunciado un mesías que, en el momento más completo de la historia, haría su presencia en medio de los hombres, un niño que sería quien trasformara, la presencia caída del hombre, en una presencia triunfante y llena de la gracia de Dios. 

Las profecías, entonces, convergían en un lugar, cercano a Jerusalén, en una familia producto del enlace entre Judá y Leví, ella escogida por Dios para ser la madre del redentor, él escogido por Dios para ser el custodio y tutor, así formando una pareja que daba familia, lugar y formación en lo humano, a Dios que manifestaba su voluntad al hacerse hombre.

Jesús, es el Hijo, parte de la Santísima Trinidad, que muestra la voluntad de Dios de hacerse igual que los hombres, renunciando a toda prerrogativa de ser Dios, para que, caminando entre los hombres y viviendo la vida como los hombres, la santifique, desde el momento en el que inicia, hasta el instante en que termina su tránsito por el mundo.

Jesús, nada más por eso, ya cambia la historia, del hombre caído por el pecado, lo hace capaz de obtener la gracia divina y de la santidad de Dios; no solo se queda en el abrir para Él estas puertas, que el pecado de Adán y Eva habían cerrado para la estirpe humana, también les da el sacrificio perfecto para el perdón de todas sus faltas, al entregarse por obediencia al Padre, a la muerte en la cruz.

En el caminar de diciembre, vamos acercándonos, en un tiempo nuevo, al misterio del final y el comienzo de la vida, de la historia que nos hace contemplar la promesa del Padre, cumplida en el nacimiento del Hijo.

Por Él, nos llega el perdón, con Él, nos llega la santidad, en Él, nos hacemos hijos de Dios, porque el niño que nace en el pesebre es quien se encarna en cada bautizado, es quien transita con nosotros en nuestra vida, para mostrarnos cuánto nos ama el Padre, es quien nos consigue, con su muerte y resurrección, el perdón de nuestras faltas y la gracia para redimirnos de ellas, por ello, es quien nos ha dado la presencia de Dios en nuestra historia.

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