La Iglesia Católica conmemora, el 22 de noviembre, la muerte de Santa Cecilia, la santa que, en 1594, fue nombrada patrona de los músicos.
De acuerdo con los textos llamados “Actas del martirio de Santa Cecilia”, Cecilia fue una noble no-cristiana, que vivió en el siglo II. La relación de Cecilia con la música no es tan clara; sin embargo, existe un argumento que refiere que, como una joven de la nobleza romana y de acuerdo con las costumbres y tradiciones de la época, debía de saber tocar algún instrumento, como la lira. Además, se dice que, en su boda y su martirio, cantaba a Dios entregándose a la divinidad.
Ahora bien, para nosotros los católicos, los santos nos apuntan, con su ejemplo y escritos, el camino a Dios. En este sentido, Santa Cecilia nos recuerda que el canto es una forma de oración y, para muchas personas, es su forma favorita de conectarse con Dios.
Si te pasa, como a mí, que el canto no es uno de los dones que Dios te dio o no sabes qué cantar, San Agustin te recuerda: “No te preocupes por las palabras, como si estas fuesen capaces de expresar lo que deleita a Dios. Canta con júbilo. Este es el canto que agrada a Dios, el que se hace con júbilo…”
Muchas veces, hay en el corazón una especie de felicidad, tan grande, que nos desborda, a la que llamamos júbilo. Una emoción que nos cuesta trabajo contener y nos invaden las ganas de expresar esta alegría bailando, o las dos. Esta emoción desbordada es la que debe desencadenar el querer cantar de júbilo y alegría.
Pero, también, puede pasar que, a través del canto, uno empiece a experimentar una sensación de alegría que empiece a desbordarse y es, así, otra manera de acercarse a Dios. Aunque de una manera consciente que comienza con una acción y que, poco a poco, va invadiendo de jubilo nuestro ser.
Lo mismo ocurre con los instrumentos musicales, la emoción que, a veces, uno siente al tocarlos expresa una gran pasión y amor de acercarse a Dios, una melodía que refleje lo que hay en nuestro corazón.
Así que, este 22 de noviembre, en conmemoración de Santa Cecilia, regocijémonos y cantemos, en alabanza, adoración y júbilo. Pero, también, demos gracias a esos músicos que, con su arte, nos acercan a Dios.