8 de junio de 2025

Por los caminos del Evangelio

Dejar y seguir 

Un ir y venir de personajes en torno a Jesús: el hombre que, haciendo recuento de su vida, afirma que ha vivido los mandamientos, pero que no tiene el aliento para dejar todo y seguirlo, modelo de muchos, con perdón. Los discípulos escuchan lo difícil que será para los ricos entrar al Reino. Pedro, preocupado por su futuro, se pregunta ¿qué pasará con ellos?  

Jesús abre el horizonte con una afirmación a todo dar: “Yo les aseguro: nadie, que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por Mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madre, hijos y tierra, junto con persecuciones y, en el otro mundo, la vida eterna” (Mc 10, 30). Este Evangelio es el “mueve conciencias”, atormenta a unos y alegra a otros, consuela a todos y alegra, porque, en su providencia, Jesús tiene preparadas un montón de sorpresas.  

A los doce años, me vino la ocurrencia de dejar mi casa; a mis padres, Jorge y Consuelo; Arnaldo, Ramiro, Jorge y Consuelo, mis hermanos; no tenía tierra, ni trabajo, ni pareja. Eso sí, aspiraciones y proyectos que llenaban de gozo mi infancia. Y, como era antes, la entrada a un seminario, a esa edad, sin saber todo esto y por una inexplicable decisión, lo dejé todo. Desde que decidí ser sacerdote, sufrí el rechazo de algunos familiares, pero, como decía san Pablo, “sé en quien me he confiado”.  

¿Será esta la sabiduría de la lectura en Sab 7, 7? “Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino sobre mí el espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos y, en comparación con ella, tuve en nada la riqueza”. Sí, porque, por iniciativa de Jesús, me vi en esta aventura de dejarlo todo y seguirlo.  

Me gusta la puntualización de Jesús: “por Mí y por el Evangelio”, “junto con persecuciones”. Todo eso lo he vivido como si fuera el primer día, pero no podría contar la cantidad de casas, hermanos(as), madres, hijos, tierras que he tenido en esta vocación de Misionero del Espíritu Santo. 

No he sido siempre lo que prometí ser, no siempre he respondido generosamente a Jesús y a mis hermanos… Jesús puede prometer, con la seguridad que da el conocimiento de la voluntad del Padre, al entrar en el corazón de su Padre en favor nuestro. 

¿Cómo? ¿Nuevo orden mundial, dicen? ¡Qué va! El orden solo lo pone Jesús, haciendo nuevas todas las cosas. Los grandes manipuladores de la sociedad la están metiendo en un nuevo desorden mundial. Solo Jesús puede poner un nuevo orden sobre lo que es suyo y este mundo le pertenece: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24, 35). 

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