Cadena de amor: pureza y oración
Continuando con la cadena de amor, que pidiera nuestro Señor Jesucristo a Conchita Cabrera de Armida, querido lector, ¿cómo te fue con la vivencia de la primera regla: sacrificio y humildad? ¿Qué sacrificios estuviste dispuesto a realizar por amor a Jesús?
Vamos, ahora, a continuar con la segunda regla: Sé puro de cuerpo y alma. Para empezar, ¿qué entendemos por pureza? Sabemos que es una virtud, quien la posee procede desinteresadamente, incondicionalmente, sin procrastinar para realizar sus tareas y deberes, aunque, también, su significado abarca la castidad; es decir, ser puro en pensamientos, palabras y acciones.
Dios es luz, claridad, limpieza. Donde hay pureza, hay santidad. En las almas puras, habita el Espíritu Santo. Ahora bien, ¿cómo aterrizar, en mi vida, esta regla? Vivir la cadena de amor requiere reflexión, introspección y discernimiento. Necesito descubrir, primero, cómo la vivió Jesús. Pregúntate: ¿en qué descubres que la vida pura y virginal que Jesús asumió fue por amor a nosotros? ¿Qué actitudes o hábitos necesito modificar para vivir esta virtud? ¿Encuentro falta de pureza en mi vida? ¿Qué me propongo hacer, para crecer en esta virtud?
Avancemos con la tercera regla: Trabaja en ser hombre o mujer de oración. La oración me fortalece, alimenta mi espíritu, me acerca al diálogo con Jesús, quien me comprende, me escucha, me ama. En los Evangelios, siempre encontramos a un Jesús orante, dialogando con su Padre, atento a su voz, en esa íntima relación con Él. La oración nos prepara para avanzar en nuestra vida interior. Cuando oramos, construimos un flujo de pensamientos, afectos y palabras entre Dios y nosotros. Muchas virtudes surgen de la oración. Nos dice, el P. Carlos Vera, que la meditación es como la hermana menor de la oración y ambas son hijas de Dios.
Para orar, necesito hacerlo con atención, humildad, confianza y perseverancia. La oración es la voz del alma, que sube al cielo y vuelve llena de gracias y de favores para el alma pura. El alma que ora alcanza. Analiza: ¿cómo es tu vida de oración? ¿Cómo vivo mi atención amorosa a la Santísima Trinidad? ¿Qué me propongo realizar para avanzar en esta virtud?
Referencias:
Vera, C. (2019). Vivir la Cadena de Amor. México: Publicaciones CIDEC