8 de junio de 2025

Ofréceme y ofrécete: Transformación

A cada instante, todo cambia: el universo, la naturaleza, los seres humanos, estamos en constante evolución, cambia nuestro cuerpo, inquietudes, deseos y motivos. 

En las primeras etapas de la vida, dominan la precipitación, la irreflexión; conforme pasan los años, las cosas se van asentando y, aunque nos dirigimos por caminos inesperados, qué importante es contar con un proyecto de vida que nos proyecte a la vida eterna. Es decir, que más allá del camino, el objetivo sea inmutable: transformarnos en una mejor versión. 

“¿Y cuál es la más perfecta transformación?” Preguntaba y contestaba Jesús, a la beata Conchita Cabrera, “la unión de voluntades, quedando solo la Mía; la unión de corazones, o sea, de amores en un solo amor. El gran secreto de ese amor es que, a la medida que seas imagen de la Trinidad, la Trinidad más te amará”. 

Conchita agrega, “Yo comprendo, Señor, el imitarte a Ti, Jesús Verbo, en tu vida de sacrificio y en tus virtudes; pero, al Padre y al Espíritu Santo, ¿cómo se les imita?” Jesús contesta, “copiándolos, abriéndose a la influencia de su voluntad y de su amor, a ese amor infinito que hace una a la Trinidad.” 

 “Al Padre, siendo todo bondad, todo misericordia y, en cierto sentido, todo poder… Al Espíritu Santo, amándolo con su mismo amor y, entonces, el alma trasciende a Dios, huele a Dios, comunica a Dios (que es lo que hace el Espíritu Santo)” 

Enorme tarea irnos transformando en cada una de las personas de la Trinidad, que su imagen viva y perfecta se vaya formando en nuestras almas, pero no tengamos temor porque, cuando Dios va viendo su reflejo perfecto en nosotros, se deja venir con carismas, luces y gracias de transformación. Con fe, oramos: 

¡Oh, Espíritu Santo, transfórmanos con María y en María, en Cristo Jesús, para gloria del Padre! 

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