8 de julio de 2024

Por arriba del puente

Hago un recuento de esta última semana, en la que tocó departir y socializar. Primero, con mis primas, que vinieron de fuera, sumamente divertidas y con quienes me reí mucho; después, con amigos de mi ex chamba, con quienes también me reí mucho y, al día siguiente, con mis queridas amigas de la universidad, con quienes también me reí mucho. 

Y, básicamente, ¿qué tienen de interesante mis encuentros?  

Aquí destaco el común denominador: “me reí mucho” y sí, me reí a carcajadas. Es un hecho que resultó en un ejercicio catártico inesperado, como esa descarga que necesitamos muchas veces y que nos permite eliminar emociones contenidas y que nos produce esa sensación liberadora… esa que nos cae muy bien; bueno, pues, así precisamente se sintió. 

Con lo que realmente me quedo va más allá; y lo comparto, porque creo que es necesario recordar que somos lo que pensamos y lo que hacemos, pero también somos lo que traemos a nosotros; es importante buscar, rescatar y cuidar a esas personas que transmiten energía positiva, que sonríen con facilidad, que disfrutan compartiendo su buen humor y que ponen énfasis en el lado optimista de las cosas. 

Se trata de agradecer siempre la oportunidad de poder compartir con ellas esos momentos y experiencias, porque son resilientes, porque te dan p’arriba, con las que conectas para cargar pila, gente que suma a tu vida, a tu semana, a tu día

Y es verdad que esa actitud, como cualquier otra acción que se observa y que se practica, se “pega” y se transmite igualmente a los demás porque se contagia naturalmente. 

Ya sea platicando, escuchando, cantando o bailando, no importa. Es sano y sabio rodearse de esas personas que nos hacen bien, de quienes aprendemos, porque pareciera que lo han entendido TODO, porque, más allá de las circunstancias, han elegido caminar por arriba del puente 

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