5 de julio de 2024

Las causas de Beatificación y Canonización de la Familia de la Cruz H. Alfonso Pérez Larios, M.Sp.S. (21) Nov 2023

LA CASA DE ESTUDIOS DE COYOACÁN

Continuación…

Cuando el P. Alfredo Galindo fue superior del Escolasticado, con el fin de oír las graciosas disculpas que el hermano Alfonso hacía de los demás, sacaba a relucir los defectos físicos, y aun morales, de los estudiantes o de otras personas, exagerándolos, y se reía mucho de las disculpas que escuchaba: «No, si no está viejo, lo que pasa es que ha tenido que trabajar mucho y, por eso, se ve un poco fatigadito»…«No, si no es fea esa señora, fíjese bien y verá que es muy agraciadita»… -«Dirá agrasadita, hermano», -«No, Padre, eso no lo dije; sufre con el frío y por eso se pone mucha ropa»… Y así por el estilo.

Allá, por el año de 1949, dice el Hermano Salvador Sandoval Sánchez, «Me platicó un estudiante que el hermano Alfonso diariamente se levantaba a las 5:00 para hacer su meditación y, allí, se iba acompañado de su gatito, que se recostaba en su sotana. Supieron los estudiantes que todos los viernes se daba disciplina de sangre, pidiendo la perseverancia en favor de ellos. Yo nunca le oí criticar a los padres, hermanos o gente de fuera; siempre los disculpaba».

En la Casa de Fernández Leal, la salud del hermano Alfonso se resintió por el trabajo: sufría de una hernia y hubo necesidad de operarlo. Gracias a Dios, la intervención quirúrgica fue muy buena y, al volver a casa, los superiores lo cuidaron con mucho cariño.

El hermano Eduardo García, M.Sp.S., que vino a sustituirlo por una temporada, nos dice: «En 1947, estuve en la Casa de Estudios y entré a trabajar en la cocina, para que (el Hermano Alfonso) se internara en el hospital, pues necesitaba una operación desde hacía mucho y, por no dar molestia, había dejado pasar tiempo: supimos que, en el hospital, edificó mucho a doctores y enfermeras con su paciencia, obediencia y manifestaciones de gratitud. Cuando regresó a casa, quería, luego, tomar su trabajo, pero obedeció con docilidad a las indicaciones del P. Joaquín Madrigal, superior de la Casa.

Se apenó mucho cuando le dijeron que no iría por su propio pie a la capilla, pues estaba esta en el tercer piso: algunos días, lo subimos en silla de manos, para que pudiera oír la Santa Misa, pero él se apenaba mucho, pues no quería dar molestias a nadie. Cuando le permitieron, volvió a su trabajo en la cocina.

                                                                                                                      Continuará…

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