Siempre he creído que una de las grandes “gracias” que puede tener una persona es el “don de la prudencia”, en sus varias concepciones y definiciones: La palabra “prudencia” proviene del latín prudentia, término compuesto por las voces pro– (“antes”) y videntia (“visión”, “contemplación”), de manera que la prudencia consiste en la capacidad de contemplar, de manera anticipada, las posibles consecuencias de las propias acciones. (1)
También se traduce en virtud cardinal del catolicismo, que consiste en discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia. Templanza, cautela, moderación, sensatez y buen juicio…
La Biblia nos da muchos consejos, tanto para hablar como para callar: «Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio”. “El que cierra sus labios es entendido». También dice: «Y la palabra, a su tiempo, ¡cuán buena es!» (Proverbios 17, 28 y versículos 15, 23).
Un exceso de prudencia puede ser dañino, pues puede estar circundado de temor, miedo y timidez, conduciendo a la parálisis, durante momentos en los que se requiere de decisión y determinación.
Yo me quedo con que es una virtud. No sé si se nace con ella o se aprende, como tantas otras en la vida, pero lo que sí sé es que es una capacidad que debemos desarrollar y que, desafortunadamente, se va perdiendo con el tiempo y la edad.
Es importante saber diferenciar entre cuando dices a una persona la verdad o cuando la “agarras a verdadazos”, concepto conocido popularmente como “rudeza innecesaria”. Sí, conozco a personas que se definen, de entrada, “así soy yo”, y describen su manera de proceder como actos directos, frontales, sin filtro, sin máscara, que también tienen que ver con las formas, costumbres y “choques culturales”.
Aquí se asoma el riesgo o responsabilidad de compartir una opinión, de emitir un “juicio genuino” o de soltar “un verdadazo”, que va más allá y que, posiblemente, va también acompañándolo un “sentimiento oculto”, carente de templanza, cautela, moderación, sensatez y buen juicio. Y, muchas veces y en su defensa, se anticipa la frase que dice: “Con todo respeto”, que, de inicio y bote pronto, produce una incómoda sensación de temor e incertidumbre.
La intención no está en censurar, ni en callar una verdad o guardar lo que pensamos, se trata de ser prudentes, a cuidar el poder de nuestras palabras, las formas, los momentos y los modos.
Prudencia, porque hay una gran diferencia entre decir a una persona la verdad o “agarrarla a verdadazos”
(1) Fuente: https://concepto.de/prudencia/#ixzz88Uleskza