8 de julio de 2024

Respuestas de amor a Dios

Orientemos nuestras acciones al bien mayor. 

Dios es bueno, y perfecto y hace todo de ese modo. Esto nos lo revelan las palabras del Génesis: “Y vio Dios que todo era bueno”(Gen 1, 31). En las Escrituras, leemos también que Dios creó al ser humano libre; es decir, con la capacidad de orientar sus acciones al bien y, si es libre, entonces es responsable de sus actos. Esa es la grandeza de la libertad humana, que es un regalo de nuestro Padre bueno y que nos invita a que nuestras acciones sean auténticas; es decir, a que tengan origen en una actitud de vida que busque, conozca y actúe el bien mayor. 

Veamos. El mal es la ausencia del bien y, para actuar, inicialmente hay que distinguir entre el mal físico y el mal moral. El primero tiene origen en fuerzas físicas y químicas, que existen independientemente de nuestra voluntad.  Si conociésemos todas esas leyes, se podrían evitar muchas catástrofes, pero es claro que no siempre controlamos todo lo que va a ocurrir.  

Por otro lado, sabemos que existe otro mal, que depende de cada uno de nosotros: el mal moral, que nace cuando usamos nuestra libertad no para hacer el bien, sino para buscar un fin egoísta. Este mal es la fuente de muchos dolores y angustias en la humanidad y, sin embargo, observamos que Dios no lo impide, pues, de lo contrario, tendría que quitarnos la libertad, anulándonos como humanos, lo cual sería contradictorio. 

El cristiano está invitado a participar activamente en la lucha, para que prevalezca el bien. Pero, ¿por qué hay presencia del mal en el mundo? Como consecuencia del pecado original, el mal fue introducido en el mundo. Es necesario hacer conciencia que, del egoísmo, de ese elegirnos a nosotros mismos por encima de Dios, procede el mal moral. Es así que el cristiano está invitado a participar activamente en la lucha, para que prevalezca el bien, optando continuamente por el bien mayor. 

Si queremos cooperar, para que el mal no siga presente en el mundo, es importante comenzar a trabajar en nosotros mismos. Cristo, con su amor a nosotros hasta la muerte en la cruz, nos muestra que el sufrimiento es inevitable en esta vida, pero que se le puede dar sentido positivo y que, incluso, puede ser causa de redención eterna. Si queremos el bien, tenemos que practicarlo desde nuestra libertad. Dios no nos obliga, quiere nuestra acción libre. ¿De qué sirve un amor obligado? 

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