3 de julio de 2024

Respuestas de amor a Dios

Eucaristía, vida eterna 

“Mi carne es verdadera comida y, mi sangre, verdadera bebida” (Jn 6, 54-55). Con estas palabras, Jesús nos enseña que el amor es donación y, cuando se trata de un amor como el suyo, se llega hasta el extremo de donarse Él mismo. 

En el Evangelio, leemos que Jesús, antes de marcharse, encuentra la manera de quedarse entre nosotros, en la Eucaristía: verdadera, real y substancialmente, bajo las especies eucarísticas de pan y vino, en las que, gracias a la transubstanciación, Él está presente. 

La Eucaristía es verdadero alimento espiritual. Si, en el orden natural, los seres humanos necesitamos alimentarnos para reponer las fuerzas y continuar con la vida biológica, de manera análoga, en el orden espiritual, necesitamos el alimento de la Eucaristía, que da fuerzas, restaura, anima, vivifica nuestro espíritu, al recibir, no solamente la gracia, sino al mismísimo autor de la gracia. 

La Eucaristía es sacrificio, también, memorial de la pasión de Nuestro Señor. No es solamente un recuerdo, ya que, en el altar, el sacrificio de Jesucristo, Nuestro Señor, que se entrega al Padre, se renueva sacramentalmente; es decir, de manera incruenta, que se hace presente, se actualiza. En la Santa Misa, Cristo es víctima y sacerdote, quien aplica los méritos de su pasión. 

La Eucaristía es, también, comunión, signo de la unión común de los católicos en torno al altar. Común unión, en torno a Jesucristo, fundador y cabeza de la Iglesia, asamblea de los bautizados, vínculo de caridad, porque los cristianos nos amamos en Cristo. 

La Eucaristía es presencia en el Sagrario. Jesucristo se ha quedado en medio de nosotros, como prisionero de amor, por amor a nosotros: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6,48).  A la Iglesia, se le ha confiado la Eucaristía, se le ha encomendado celebrar la Eucaristía, en memoria de Jesucristo, hasta que Él vuelva de nuevo. 

“Tomad y comed, esto es mi cuerpo, esta es mi sangre” (Mt 26, 14-27,66), no es una metáfora. ¡Es el mismo Señor, que se ofrece a nosotros por amor! Es prenda, adelanto de la vida eterna, porque hemos sido hechos para Dios y nuestro corazón está inquieto, hasta que nos encontremos con Él de nuevo, cara a cara. Recordemos las palabras de Nuestro Señor: “En verdad, en verdad, os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53). 

Deja un comentario