3 de julio de 2024

ENCUENTRO PERSONAL CON DIOS Ama a María e imítala 

Estimado lector, si has seguido las publicaciones, recordarás que, en esta sección, hemos tratado lo relativo a la Cadena de Amor. Esta Cadena fue instruida, por nuestro Señor Jesucristo, a Conchita Cabrera de Armida, para que las almas caminemos hacia su encuentro. Hasta el día de hoy, he presentado las primeras siete reglas. ¿Cómo te has sentido al respecto? ¿Has podido trabajar y avanzar en ellas? El trabajo en la Cadena de Amor requiere ser consciente, a cada momento, de lo que Jesús espera de nosotros, para ofrecerlo desde el fondo de nuestro corazón con esa intención.  

Hasta ahora, hemos visto que la humildad es la madre de todas las virtudes. Para poder avanzar en la Cadena, es menester trabajar cada día y en cada una de nuestras acciones, en el ofrecimiento del Verbo Encarnado y ofrecernos constantemente en su unión.  

Continuemos con la octava regla: Jesús nos pide imitar a María. “María dijo (al ángel Gabriel): Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla, en mí, lo que me has dicho. Y el ángel la dejó.” (Lc. 1,38). Contemplemos a María en su obediencia a Dios y a los hombres: Primeramente, María aceptó el plan de Dios y lo llevó a cabo con perfección, nombró a su hijo, conforme Dios se lo pidió, emprendió el viaje a Belén con José, obedeciendo la ley judía, consagró a su hijo en el templo, según estaba mandado. Aceptó ser madre de Juan en la cruz y terminó su vida dando testimonio de las enseñanzas de su Hijo, después de la resurrección.  

Por tanto, Jesús no pudo tener un mejor ejemplo de obediencia que su madre, quien le enseñó a orar con fidelidad y docilidad, para encontrarse con Yahvé y comprender su voluntad. El corazón sensible de Jesús se abrió a las enseñanzas de su madre, a su sencillez, a su pureza, a su transparencia, que le acompañaron en su niñez y adolescencia, marcándolo y fortaleciéndolo para consumar su misión en la tierra.   

Jesús le indica a Conchita para esta octava regla: “Desde el momento en que se entreguen a la obediencia ciega, al renunciamiento total de su libertad, a no pertenecerse jamás, serán libres, experimentarán un espiritual y sobrenatural efecto en su alma, encontrarán un tesoro escondido…sus manos quedarán vacías, pero su corazón lleno…La virtud de la obediencia ha recibido, del mismo Espíritu Santo, la misión de santificar y dar valor a todas las acciones del hombre.” (CC. 12, 359-364).  

Reflexionemos: ¿Cómo me iluminan las acciones de María como modelo de docilidad al Padre? ¿Obedezco las inspiraciones del Espíritu Santo? ¿Qué puedo hacer para avanzar en esta virtud?  

Referencias: Vera, C. (2019) Vivir la Cadena de Amor. México: Publicaciones CIDEC 

  

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