5 de julio de 2024

Agüita congelada

De un tiempo para acá, mientras manejo, veo a muchas más personas en la calle: los que limpian parabrisas, los “viene viene”, quienes venden flores, dulces y hacen acrobacias…niños, adolescentes, adultos y adultos mayores. 

Es inevitable la mezcla de sentimientos que esto me provoca: tristeza, enojo y lástima. También, resulta imposible apoyar a todos… Y, de aquí, una pequeña anécdota que quiero compartirles el día de hoy. 

Sin considerarme la Madre Teresa y lejos de acercarme a ella, hace poco, iba manejando y me detuve en un semáforo. De pronto, se acercó un “chavo”, con el cuerpo y cara completamente pintados de plateado, haciendo un intento fallido de malabares con dos pelotitas. Busqué y no traía ni una sola moneda para darle. El calor era insoportable a pleno rayo de sol. Yo me acababa de comprar una botella de agua helada en los abarrotes de la esquina, así que decidí bajar el vidrio y, con mucha pena, regalé al chavo mi botella de agua completamente cerrada. No supe si emocionarme o llorar al ver su cara de agradecimiento, la destapó, le dio un trago y vació el resto en su cabeza y cuerpo.  

Estoy segura de que Dios estaba ahí. En ese mismo instante, se me ocurrió una idea, tenía, en mi casa, muchísimos envases de pet limpios, que llevaban tiempo ahí, así que los rescaté de la bodega, rellené algunos de agua pura y las metí al congelador. Cuando salí nuevamente, las subí en el coche y las puse a un lado del asiento, dispuesta a hacer una obra buena. Para mi decepción, durante mi recorrido habitual, nadie se apareció inicialmente y empezó a llover. 

Pensé que ese era el fin de la historia, hasta que pasé por debajo de un puente, donde estaba un grupo de inmigrantes, niños y adultos, que se resguardaban de la lluvia. El tráfico me permitió detenerme y entregarles las botellas de agua. Su cara de agradecimiento me dejó sin palabras. 

Ahí, entendí lo que, para mí, significa ahora esa frase que dice “los extraños caminos del señor” y, literal…, era evidente que todo estaba fríamente calculado para que las botellitas terminarán ahí. 

Y, si esa frase es cierta, el camino para hacer una buena obra es sumarse a esta idea, “agüita congelada” y compartirla con su familia. Reusemos nuestros pets de otra forma y ganemos todos: los que no traemos “cambio” para repartir a quienes nos piden ayuda y los que trabajan en la calle con sol, lluvia, frío y que tienen sed…   sí, sed de agüita congelada

¿Quién dice yo? 

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