8 de julio de 2024

Editorial Santa Cruz del Pedregal

Aunque no se dice de forma explícita, en las páginas de este ejemplar se percibe un aroma a México. Uno dulce y a la vez fuerte. Mantiene la virtud de los mejores perfumes: intensidad justa, no agrede ni molesta, pero deja su esencia y transforma el ambiente. 

“El mes patrio” lo llamamos. Territorio en disputa donde los haya. México, como prácticamente la totalidad de las naciones, ha sido escenario de enfrentamientos y guerras animadas por el anhelo de independencia. Una palabra grandiosa pronunciada por hombres y mujeres a lo largo de toda la historia. El clamor por la libertad se asocia a la independencia. 

Gisèle Scarnière nos recuerda el papel del estandarte Guadalupano empuñado por el cura de Dolores al grito de Independencia. María siempre da paso a la Libertad, da a luz a Jesús. Historias de liberación al cobijo divino las tenemos incluso cuando Dios mismo respondió al clamor de su pueblo en Egipto, “he escuchado su grito y voy a liberarlos” (cfr. Ex 3, 7-8). Dios siempre responde a nuestros clamores de libertad e independencia.  

Eso sí, solo habrá libertad cuando ésta impere en el corazón del ser humano. Esa fue la tarea de Dios para con los israelitas durante esos 40 años en el desierto. Y con ese mismo fin continuó Dios por medio de los profetas y continúa hasta hoy al brindarnos un verdadero libertador, Jesucristo. 

Curiosamente la independencia es una contradicción. La naturaleza humana revela  dependencia, que no por ello significa esclavitud. Es la decisión y el testimonio radical del Absoluto Independiente que al encarnarse se sujeta a nuestras limitaciones naturales, vuelto dependiente de la Providencia Divina como cualquiera otra creatura.  

Dios en la carne pasó hambre y sed; se procuró en medio de jornadas agotadoras un descanso sin importar la tormenta; sudó hasta derramar gotas como sangre; en todo momento, lo hizo abandonado no a la propia voluntad sino a la del Padre, constituyendo en sí mismo el ejemplo más pleno de la libertad humana. 

Dios estableció un tejido maravilloso de interdependencia en su Creación. Precisamente en este mes recibiremos el Instrumento de Trabajo preparado para el sínodo de la Sinodalidad.  En términos llanos, hacer juntos un mismo camino, comunión en la diversidad: libertades encontradas por un mismo objetivo de realización humana. Se trata de acoger esa necesidad que tenemos unos de otros para vivir un Reino de justicia y paz, que brinde el don de cada uno a los demás. 

México, nos dice María Milo con verdad y fuerza, tiene que transformarse. Sí, los mexicanos, la humanidad entera debe humanizarse: ucranianos y rusos, chinos y estadounidenses, culturas de todo tiempo y lugar invitadas a hermanarse bajo el proyecto glorioso del Reino del Padre de todos. El P. Rogelio nos anima a que “tengamos sueños, en los que quepa la humanidad entera”. 

Hurgando en su corazón, haciendo memoria de su esencia y origen, el P. Sergio García reconoce ante Dios: “Por eso, me creaste, para hacerme tuyo; para eso, me redimiste, para no dejar de pertenecerte jamás”.  

La Independencia del mundo, como abandono total en las manos amorosas y providentes de Dios. Felices fiestas hermanos. 

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