5 de julio de 2024

En mi fragilidad te descubro, Señor, y me conozco

“¿Qué otra cosa es verdad, sino pobreza en esta vida frágil y liviana? Dos embustes de la vida humana, desde la cuna, son honra y riqueza”, así comienza Francisco de Quevedo, el gran autor del siglo de oro español, su poema sobre la fragilidad humana. 

La Palabra de Dios, en la Biblia, también se refiere a la fragilidad humana. En el salmo 103, 15-16, leemos: «El hombre: sus días son como la hierba, él florece como la flor del campo; un soplo pasa sobre él y ya no existe y nunca más se sabrá dónde estuvo”.  

¿Hay entonces algo bueno en la fragilidad humana? Saberse frágil es saberse necesitado y toda persona que se siente necesitada ha descubierto una experiencia fundamental para la vida: no somos autosuficientes. Quien no experimenta su propia fragilidad, caminará ciego, sintiéndose absurdamente superior a quienes lo rodean, y lo que es peor, sentirá que no necesita a Dios, caminando como huérfano. 

Recordemos a San Pablo (II Cor 12, 9-10): «Pero Él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome, sobre todo, en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso, me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.» 

Aquel que percibe y acepta su fragilidad y necesidad de Dios es humilde en verdad, porque descubre que es criatura del Creador, quien es Padre. Es nuestro Señor Jesucristo quien nos muestra al Padre y, en virtud de nuestro bautismo, podemos exclamar junto con él: “Abba, Padre”, cuando nos dirigimos a Dios, sabiéndonos amados, protegidos, mirados con mirada de ternura y misericordia, descubriendo la inmensa alegría y paz que tiene un alma que se sabe amada, nada más y nada menos que por Aquel que todo lo sabe y todo lo gobierna. 

LIGA CON CATEQUESIS DEL PAPA BENEDICTO XVI del 11 de enero de 2006 sobre la fragilidad humana. 

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