La visitación, un momento muy especial en la vida de María y en la vida de su prima Isabel: ¿Quién soy para que la madre de mi Señor venga a verme? Isabel se hace está pregunta, que también nos invita a todas las mujeres, jovencitas y niñas a realizarla.
Si la Virgen María nos visita, es porque ve lo que muchas mujeres no ven, que son un templo del Espíritu Santo, seres llenos de amor de Dios, invitadas a co-crear con “Él”, en esta extraordinaria creación en la que Jesús al venir al mundo, a través de una mujer que fue su madre, ha dejado claro el valor y el respeto que la mujer se merece y los derechos que tiene.
Las mujeres no son objetos, nos hemos cansado de escuchar esta frase, pero la realidad es que la mujer sigue padeciendo faltas de respeto y abusos, no solo en las calles hasta en su propia casa o comunidad.
¿Hasta dónde, se espera que llegue esta situación en la que se pide protección, respeto y dignidad para cada una de ellas, niñas, jóvenes y adultas? Y no se ha hecho nada.
¿Cómo se puede lograr esto si en muchos hogares, donde el ejemplo es la base, se les trata sin valor y sin derechos? ¿Por qué se habla tanto de igualdad y no se práctica? Son solo algunas de las preguntas que muchos nos hacemos.
Que nos quede claro: no hay vida sin una madre, no hay familia sin hijas, no hay amistad sin amigas.
Hoy, celebramos la visitación, pidamos a María Santísima que nos ilumine a todos y cada uno de nosotros, mujeres y hombres, ya no aceptemos esta situación, para no ser cómplices de tanto dolor.
Todos tenemos algo que hacer, algo que cambiar, sin importar la edad la educación y la idiosincrasia; pero para lograrlo hay que empezar por nosotros mismos, dejar atrás los comentarios, las bromas y las acciones despreciativas.
Seamos atentos, justos, respetuosos y sobre todo practiquemos el mandamiento que Jesús nos enseñó:
“Amanse los unos a otros como yo los amo”.