5 de julio de 2024

¿Cómo está tu familia hoy?

Reunidos en asamblea, los Misioneros del Espíritu Santo, responsables de las comunidades de la Provincia de México, buscamos tomar distancia del ritmo y ocupaciones cotidianas y nos trasladamos hasta esta icónica casa de retiros. La panorámica del lago enmarca la editorial que ahora te escribo. Desde Bucaramanga, Colombia, hasta Portland, USA, o Madrid, España, acudimos esta semana para revisar la planificación congregacional a la luz del Espíritu Santo. Lo hacemos como familia.

Cuento lo anterior no solo para compartir la experiencia de la cual La Santa Cruz recibirá importantes aportaciones, también, por el sentido de familia disfrutado en estos días. Este número, de nuestra revista, refleja el aire familiar de forma aún más clara de lo usual.

Preguntar por tu familia, y preguntarte a ti mismo por tu familia, es la primera inquietud que planteamos cuando deseamos interesarnos por alguien y por nosotros mismos. La familia constituye la tierra primera, el contexto fundamental de toda persona, más allá de sus peculiaridades o ausencias. Nuestra primera comunidad es la familia, un pilar fundamental, en ella el amor halló su primer anhelo; pudimos aprender a querernos, a pesar de las situaciones que puedan presentarse.

La inesperada invasión de un enemigo invisible evidenció, en nuestros hogares, la importancia y valor de nuestras relaciones intrafamiliares. Obligados a distanciarnos, ausentándonos o por muros y puertas, pudimos experimentar cuánto significa el contacto físico entre nosotros. La familiaridad propia de nuestros diarios contactos resintió la intrusión del desagradable y patógeno visitante.

También otros intrusos, como se reflexiona en estas páginas, trastornan nuestra vida de familia: así, por ejemplo, la vida agitada, los compromisos laborales, las vacaciones, el cansancio, la desidia y, por qué no, los enojos y rencores, nos alejan de la realidad en la que viven muchos. Nuestro “prójimo”, cercano o lejano: el pariente enfermo, el que está solo, el que vive lejos.

No obstante, en la óptica de Dios, antaño “confinado en las alturas”, prevalece el deseo de familiarizarse con nosotros y el Hijo se encarnó. Inmerso en nuestro mundo, se hace presencia divina en cercanía y en servicio. Camina y padece, com-padece con nosotros. En estos tiempos, todos com-padecemos luchando contra el mismo problema, valoremos el trabajo de todos. Planeemos tácticas de juego y pasémonos la pelota. Dios el primero, el de en medio y el último. El propio Papa Francisco expresó su cercanía y afecto a las familias, que, por la pandemia, han atravesado dificultades y gozado de oportunidades.

El Padre Eterno, haciéndonos hijos en el Hijo, honra nuestras familias, las hace suyas. Son santas, como Dios es santo. ¡Honremos a nuestras familias y a nuestras vivencias diarias de trabajo y entrega por mantenerlas unidas!  La familia es don y misión; en ella, Dios nos bendice y, por ella, nos inicia en el misterio mismo de la Trinidad.

Mi familia es Suya y, tal como nos recuerda Jesús por medio de Concepción Cabrera: “Lo que es mío será… se realizará infaliblemente. No temas”. Tu familia, está en sus manos.

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