3 de julio de 2024

El desierto

El desierto es un lugar en el que se siente un gran vacío, es un espacio interminable, hay mucha arena y uno que otro insecto.  Es un sitio en el que uno, fácilmente, se puede perder, como ahora sucede en esta pandemia.

A pesar de que estamos en “este Valle de Lágrimas”, como lo rezamos en la Salve Regina, también estamos en un desierto, pues, aunque estamos unidos por los medios electrónicos y conviviendo con sana distancia, hay muchas personas que sufren en soledad.

Hay pequeños desiertos, hay distancias, hay dolores. Hemos visto partir a personas queridas, nuestra forma de vida ha cambiado, el modo de trabajar es diferente o ya no hay trabajo y parecería que la situación no cambiará pronto.

Esta soledad espiritual es la oportunidad para poner, justo ahí, la presencia del Espíritu Santo; invocarlo para que, como viento suave y fuerte, mueva las arenas de la duda y la desesperanza, para dejar al descubierto los brotes de vida nueva. Hasta en el peor desierto, podemos encontrar vida.

No hay pandemia, ni dolor, que nos pueda quitar la esperanza de un renacer en el Espíritu Santo y esto mismo nos impulsa a clamar: Jesús, Salvador de los hombres, ¡ven, anímanos a continuar en ti nuestro camino!

Cuando me dejo transformar por Cristo, hay una nueva visión de mi realidad.  Mi desierto deja de ser un desierto, para transformarse en un vergel, que sí requerirá de mucho trabajo y esfuerzo, pues es tierra seca, pero, con la gracia del Espíritu Santo, mi vergel irá cobrando vida para convertirse en tierra fértil que dé buen fruto.

Cuando nos sintamos tristes, solos o cansados, no olvidemos que quien nos rescata de nuestros desiertos es Cristo, Él es quien tiene palabras de vida eterna y, como Pedro, nosotros también pongamos en Él nuestra confianza.

Que nuestro Padre Creador los colme de su gracia, amor y ternura y renueve su alma, para convertirla en tierra fértil; que Jesucristo, Nuestro Redentor, los introduzca en su corazón, para dar frutos en abundancia y que el Espíritu Santo los refresque y llene de vida abundante, para que sus obras le sean agradables y las ofrezcan en favor de los sacerdotes por medio de María Santísima.

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