5 de julio de 2024

Las imágenes religiosas

Desde los primeros siglos del cristianismo, las imágenes han sido una poderosa herramienta devocional y Evangelizadora. A diferencia de religiones, como el judaísmo o el islam, que prohíben el arte figurativo, nosotros vemos, en las imágenes sagradas, un reflejo de la Encarnación, por la que Dios se ha hecho visible y palpable para nosotros y ha restituido la dignidad de lo creado. Esta postura, definida formalmente con el Segundo Concilio de Nicea, en el Siglo VIII, permitió un extraordinario desarrollo del arte en occidente.

Es así que nuestra fe está rodeada de imágenes, que la orientan hacia Dios y facilitan su vivencia en comunidad. Especialmente, en nuestros templos, las imágenes no son mera decoración, sino arte sacro, al servicio de la liturgia. El arte sacro debe evidenciar la auténtica fe de la Iglesia y conducirnos a la contemplación.

En el contexto de la liturgia, la imagen central es la cruz. Para llevar a cabo la misa, debe haber una cruz sobre el altar o cerca de él. Nos recuerda que el centro de la liturgia es el sacrificio salvífico de Jesucristo, que se renueva, precisamente, en la Eucaristía. Otras imágenes, presentes en la misa, tienen que ver con el año litúrgico: los colores y signos propios de cada temporada, visibles en las vestiduras del sacerdote y el altar. Para celebrar diversas fiestas, nos apoyamos de nacimientos, las estaciones del vía crucis y otras representaciones.

Asimismo, en nuestros templos, podemos encontrar esculturas, retablos, pinturas, relieves y vitrales, que contribuyen a la Evangelización y a generar un ambiente propicio para la vida espiritual. También, encontramos símbolos de nuestra fe en objetos como el cirio pascual, el cáliz o el mismo altar. Esta riqueza de imágenes manifiesta la riqueza cultural de la Iglesia y la profundidad de nuestra fe. Propiciemos, en nuestras liturgias, imágenes que reflejen la belleza y la perfección de Dios.

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