5 de julio de 2024

La religión se hereda. La fe, se vive.

Cuando una persona nace, en una familia católica, es muy probable que se convierta en un adulto católico y lo mismo sucede con las otras religiones.

Los padres se enfuerzan por enseñar a los hijos las oraciones y platicar de la vida de Jesús, la Virgen y los santos. Algunos, rezan por la mañana, antes de la comida y antes de irse a acostar, y los hijos aprenden a hacer lo mismo.

Pero, ¿qué pasa con la fe? ¿La fe se hereda, igual que la religión? No exactamente…

“La Fe, se vive y se contagia”. Sí, se vive y crece, día a día, con las experiencias que nos va dando la vida.

Algunas vivencias serán agradables, como el lograr una meta que llevamos tiempo queriendo alcanzar, la solución de un problema, el nacimiento de un hijo, etc. Algunas otras experiencias serán dolorosas, como una enfermedad o una pérdida.

Pero, en esta vida, no hay experiencias que se “desperdicien”, todas van marcando nuestra vida y dan la oportunidad de que nuestra fe crezca.

Experiencias cotidianas, como la ayuda de alguien que estuvo ahí cuando más lo necesitamos o el poder ayudar a otra persona en el momento que más lo requería.

¡Vivamos nuestra fe!

Hagamos, de cada instante de nuestro día, una oportunidad para hacer crecer nuestra fe. De cada momento de la vida cotidiana, de cada encuentro con un ser querido o de algún desconocido que, de alguna forma, pudimos ayudar.

Prediquemos con el ejemplo, para que nuestros hijos no sólo hereden nuestra religión, sino que ellos también logren hacer crecer su fe con las vivencias de cada día de su vida y la contagien a los demás.

Dios existe. Invitémoslo a ser parte de los instantes de nuestra vida.

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