8 de julio de 2024

El buen pastor

En el evangelio de San Juan (10, 27-30), se nos narra la forma como, nuestro Señor, explica a sus discípulos qué es ser Pastor. Nos explica que, cuando sus ovejas escuchan su voz, Él las reconoce y ellas le siguen. Nadie puede arrebatarlas de sus manos, pues ha sido el Padre quien se las ha entregado. 

Este pasaje nos hace ver que todos somos pastores, todos tenemos personas a nuestro cargo, en nuestras familias, en nuestros trabajos. Dios nos las ha encomendado, Dios nos cuida y nos protege para que, a su vez, nosotros cuidemos, protejamos y ayudemos a crecer a nuestros hermanos, a desarrollarse hacia una vida plena. Esto, lo logramos brindando un acompañamiento desde lo humano, desde la empatía, desde la aceptación del otro, desde la congruencia, promoviendo el desarrollo de las potencialidades de cada persona, para que le lleven hacia una toma de consciencia que permita la mejora de su vida, en todos aspectos, y a ser feliz en los entornos donde se desenvuelva. 

Cada quien asume su propio camino en la vida. Como pastores de nuestros hermanos, necesitamos ver por el otro, dirigir nuestras actitudes para que le hagan bien al hermano, favoreciendo el encuentro, aceptándolos como son, en libertad. Necesitamos renunciar al abuso o al maltrato de los otros. Necesitamos movernos desde el respeto, la paciencia, la tolerancia, desde el encuentro amoroso. El fuerte protege al débil. El pastor no ve por sí mismo, ni ve por su propia necesidad, sino que está al servicio del otro. 

Jesús es nuestro pastor, si lo buscamos en la oración, en su Palabra, en la Eucaristía, podrá brindarnos su guía que nos permita ver las semejanzas, lo que nos une, no lo que nos separa. Seamos buenos pastores de nuestros hermanos, como Jesús lo es de nosotros. ¡Así sea!

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