Conocida como Isabel de Aragón, nació en el año de 1271, hija del rey Pedro III de Aragón y de la reina Constanza II de Sicilia; fue bautizada con ese nombre, en honor de su tía abuela Santa Isabel de Hungría.
Su nombre significa “Promesa de Dios”. Durante su niñez se caracterizó al mostrar siempre una enorme piedad e imitar los buenos ejemplos. Aprendió que si quería, en verdad, agradar a Dios debía evitar todo aquello que la llevara al pecado.
Desde los 10 años de edad, su padre ya había pactado su matrimonio con el rey Dionisio de Portugal. Se casó pocos años después. Dionisio, hombre de muy mal genio, violento y sumamente infiel, provocaba gran sufrimiento a Isabel, y lo soportaba con bondad y paciencia. Tuvo dos hijos, Alfonso, futuro rey de Portugal y Constanza, futura reina de Castilla.
Educó a todos los hijos naturales que su esposo tenía con otras mujeres, por lo que la dejába dedicarse a lo que mas amaba: El servicio a nuestro Señor y escuchar misa diaria. Bordaba y cosía para los pobres; mandó construir puentes, albergues y hospitales para los necesitados; una casa para mujeres y un hospicio para niños abandonados; prestaba sus ropajes y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.
Distribuía toda clase de ayuda con los donativos recibidos. En una ocasión cuando repartía monedas de oro a los pobres, su marido enfurecido llego a reclamarle, y al acercarse a ella las monedas se convirtieron en rosas.
En dos ocasiones su hijo mayor, de mal carácter y violento como su padre, estaba muy enojado con él, por su preferencia a sus hijos naturales; Así que lo desafió en el campo de batalla y, cuando sus ejércitos estuvieron a punto de enfrentarse, Isabel arrodillándose ante ellos, logró recuperar la paz para su familia y para su pueblo.
Al enviudar se dedicó a estudiar la vida de los Santos más notables; se desprendió de sus riquezas; peregrinó hacia Santiago de Compostela, entregando su corona.
Recibió el hábito de las Clarisas, viviendo sus últimos años en el convento dedicada a la adoración del Santísimo.
Cuando estalló la guerra entre su hijo Alfonso y su nieto, el rey de Castilla, emprendió un viaje peligroso logrando la paz entre ellos; el viaje le costó la vida, enfermó gravemente t pidió la llevaran de regreso al convento de las Clarisas, donde murió el 4 julio de 1336. Su sepulcro fue bendecido con milagros. Fue canonizada en 1625.
Santa Isabel de Hungría es la abogada de los territorios y países donde hay guerras civiles, guerrillas y falta de paz.
Pidámosle a Santa Isabel de Hungría por la paz, la unión y la fe en nuestro país; por nuestros gobernantes; y que el Sagrado Corazón de Jesús reine en nuestros corazones hoy y siempre.
¡Sagrado corazón de Jesús en ti confío, infinitamente!