El Orden Sacerdotal es el Sacramento que reciben los hombres, llamados por Jesucristo, para hacerlos sus servidores y representantes, para atender a su Iglesia, Cuerpo Místico de Jesucrito.
Así como hay hombres y mujeres que tienen la vocación para el matrimonio, hay hombres que tenemos la vocación para ser ordenados presbíteros o sacerdotes, como comúnmente se nos llama.
Yo, recibí mi llamado con inmenso gozo y alegría, esperando con ansias el día de mi ordenación, sabiendo las incontables gracias que recibiría para poder, en nombre de Jesús, administrar los sacramentos, estar al servicio de mis hermanos y estar en disposición de ser un instrumento de Dios. ¡Cuánto me gustaría que muchos más vivieran este don!
Los invito a que, en sus familias, vean con el mismo agrado tanto la vocacion matrimonial como la sacerdotal. Las dos son necesarias e importantes para dar testimonio del amor de Dios a los hombres, manifestados de manera diferente, pero desde su misma misión: el amor.
Hacen falta muchos sacerdotes. Les invito, familias en el Señor, a que apoyen al hijo que siente este llamado. No pierden un hijo, ganan un gran intercesor, pues Dios, ante su generosidad y amor, les bendice de manera especial.
El sacerdote es el hilo conductor escogido por Dios para, por medio de sus manos consagradas, acercar el cielo a la tierra en cada celebración Eucaristica y derramar las gracias y dones del Espiritu Santo en cada sacramento, cuando actúa en la persona de Cristo.
Le ruego, al Padre, que ilumine, dé fortaleza y valentía a todos los jóvenes que quieran ser sacerdotes, para seguir este llamado. También, pido mucho por todas las familias, para que Dios reine siempre en sus vidas.
Cristo, Señor, aquí estamos tus sacerdotes, nos miras y te complaces en mirarnos con ternura y amor, a pesar de nuestras limitaciones. Ruega por nosotros al Padre.
María, Madre de los Sacerdotes, intercede para que seamos más los llamados a esta bendita vocación.