7 de agosto de 2025

 El crecimiento de la esperanza

Señor: no te veo, no te siento, no te oigo, pero creo que estarás cerca de quien sufre por Ti. Yo en Ti tengo puesta toda mi esperanza. 

“¿Por qué estás triste, alma mía? Espera en Dios”; y espero contra toda esperanza, y creo a obscuras, espinándome y desangrándome; y amo clavada en la cruz y desamparada.

En estas palabras de la beata Concepción Cabrera encontramos las virtudes teologales: «espero… creo… amo…». Siempre van juntas; donde se hace presente una, allí están las otras dos (1Co 13,13). Sin estas virtudes, nuestra espiritualidad no tendría a Dios como eje y meta.

La esperanza –junto con la fe y la caridad– es un regalo que el Espíritu Santo nos dio el día de nuestro bautismo. Pero, para que crezca, hemos de ejercitarla. Este ejercicio va en sentido contrario a nuestra tendencia natural, que es querer tener seguridades y certezas, evitar sorpresas y riesgos. Por eso, no es extraño que esta laica, mística y apóstol diga: «espero contra toda esperanza» (cf. Rm 4,18).

El ejercicio de la esperanza, más que de nosotros, depende del Espíritu Santo. Nosotros nos ejercitamos en aquello que conocemos y elegimos; el Espíritu Santo nos ejercita en aquello que hará que se desarrolle y se fortalezca nuestra esperanza. Nos pondrá en circunstancias o situaciones en las que hemos de ejercitar la esperanza más allá de lo previsto y de una manera superior a nuestras fuerzas. O nos pedirá misiones o tareas para las que nos sentimos incapaces, sin la experiencia y los conocimientos suficientes.

Nuestra esperanza también se pone a prueba –y, por lo mismo, se desarrolla– cuando otras personas nos dicen que vamos al fracaso, cuando nos critican o se burlan de nosotros.

Más difícil aún se vuelve el ejercicio de la esperanza cuando los cuestionamientos surgen de nuestro interior: “Me he esforzado mucho y nada he avanzado”, “Ha pasado mucho tiempo y no he visto resultados; ¿para qué seguir?”.

El ejercicio de la esperanza es difícil y sacrificado; exige constancia y perseverancia.

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