18 de julio de 2025

Intimidad

A lo largo de los años, iba descubriendo que ese deseo de algo más, esa insatisfacción, ese no quedar saciada del todo, cuando experimentaba estar ante proyectos y relaciones, se llamaba búsqueda de intimidad. En ese entonces, revisaba lo que me faltaba y les faltaba a los demás, haciendo, con imaginación, planes para mí y para ellos, con técnicas en el desarrollo humano y la psicología.

No relacionaba esta búsqueda de intimidad con el campo de mi fe. Sin embargo, hace poco, tuve uno de esos días de amor no correspondido. Toda la organización de ese día fue para poder estar con alguien que asumí me necesitaba, pero que no supo o pudo corresponder a ese significado amoroso que, para mí, era acompañarla.  

Sentir el rechazo de alguien a quien amas es muy difícil. Cuando al amor entregado se le marca un freno, se viven momentos muy intensos y algo en el corazón se quiebra. En esa desnudez del corazón fue que encontré la intimidad con Jesús.  

Desde hace muchos años, el coche que tengo suele ser mi lugar seguro donde puedo orar, bajar tensión, cantar. Ese día, tocó llorar, mientras sentía una fuerte sensación helada en mi cuerpo.  

Llorando, le hice una pregunta muy seria a Jesús: ¿tú lloraste?  Para mí, era como salir de mí, para ver un llorar distinto al mío. Era pedirle que me permitiera sentir y ver Su llanto en el alma y en lo externo; cómo Su corazón latía, aún quebrado con las muestras de rechazo de los hombres. Una pregunta que pedía, como un permiso para estar ahí en su llanto desconsolado.  

Mi llanto comenzó a ser más fuerte, a causa de algo que yo denominaría transferencia de llanto, mi dolor pasó a segundo plano, ya que pude captar algo de ese Su llorar. Fue un tiempo sin tiempo en el que nos tuvimos, quizás una ráfaga de tiempo, pero fue muy, muy honda y sentí que lo acompañaba, como Él a mí. 

Dios nos regala la oportunidad de sentir ese llanto de Jesús en el escenario de Su pasión. Jesús, para mí, es esa intimidad que sacia, Aquel al que he estado buscando. El dolor nos unió. Aquel día, sentí el mayor consuelo, Su corazón y el mío estuvieron unidos. Hoy, es una certeza que no debo buscar en otro lado, ni exigirle a ninguna de las personas que amo y a ninguno de mis proyectos, una intimidad o una saciedad perfecta. Esa, solo Dios me la dará.

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