La plaza más concurrida del mundo se vio vacía en un tiempo de miedo mundial, en marzo de 2020, y en medio de esa oscuridad el Pastor de “nuestra casa común” nos ofreció una imagen que dio la vuelta al mundo al estar orando por la comunidad planetaria que sufría ante la enfermedad e incertidumbre en una tarde lluviosa romana. Fue una oración universal, que se convirtió en un símbolo de esperanza y unidad para toda la humanidad. Poco más de 5 años después católicos de todo el mundo llenan en esa misma plaza para rezar por su eterno descanso.
Para algunos, ver más de tres Papas parecería el final de los tiempos, pues si tienes menos de 47 años, parecería que lo normal fueran papados como el de Juan Pablo II que duró 27 Pascuas. Pero para nosotros creyentes, a pesar de tener un corazón triste, nuestra fe nos anima a dar gracias por un pastor que “olía a oveja” (como a él le gustaba decirlo y lo pedía a su colegio episcopal).
No es el fin de los tiempos de este mundo pero, el del Francisco sí fue un pontificado que marcó el final de una época en la Iglesia: buscó con la reforma del gobierno vaticano hacerlo más simple y desconcentrado, para ser eficiente y transparente económicamente; continuó lo comenzado por Benedicto XVI sobre los abusos en la iglesia (pedir perdón a las víctimas, reformar la gestión de los casos y promover un cambio de cultura más profundo); promovió una participación más activa de los laicos, escuchándolos y tomándolos en cuenta para puestos de toma de decisiones; impulsó una mayor presencia de la mujer en cargos de responsabilidad, entre otras cosas.
Tal vez, en esta ocasión, el Colegio Cardenalicio no tenga que buscar en el fin del mundo a su sucesor, pero no nos alarmemos por lo que viene que será siempre para bien, confiemos en la Providencia de nuestro Señor.
Pidamos a Dios para que su Iglesia siga buscando ser una imagen de Jesús en la Tierra; que nuestro nuevo pontífice nos guíe e inspire como lo hizo su predecesor, a estar más cerca de los marginados, con una pastoral más inclusiva y global, a entender mejor el mundo contemporáneo desde el amor de Dios, y a cuidar de nuestra casa común.