19 de abril de 2025

La Higuera

En el Evangelio sobre la parábola de la higuera que no da fruto, Jesús aclara que Dios no castiga, que la gente no muere por ser pecadora, que los que se salvan de alguna tragedia no se salvan por ser santos o no ser pecadores. La tragedia no es un castigo de Dios hacia alguien que se ha portado mal. 

La segunda parte del Evangelio nos explica cómo una higuera gasta los recursos del dueño del predio y los recursos de la tierra misma al no dar fruto. La higuera está plantada para dar fruto, es decir, que su rol es el de perpetuar la vida, a través del alimento para los demás en forma de fruto y garantizar su reproducción con sus semillas. Pareciera que, en los Evangelios, en las leyes judías (Deu 30:19) y en la naturaleza, se le da prioridad a lo que promueve la vida. Cuando algo no promueve la vida física, intelectual o espiritual, se ve sofocado por el medio. 

Dios creó lo que propicia vida y vio que era bueno y se complació. Pero ¿cómo se traduce ese rol para el ser humano? Nos podemos guiar con lo que dice el padre Pierre Teilhard de Chardin, que el ser humano es en donde el Universo cobra conciencia de sí mismo. Nuestra esencia es volvernos conscientes de lo que somos. Esta conciencia nos llevará, como concluye Thomas Berry, a relaciones de mutuo beneficio entre todos los seres que habitan el planeta. 

Cuando no desarrollamos esta esencia, se puede decir que estamos desperdiciando nuestros recursos y nuestro potencial. En la parábola, existe un intercesor que no deja que la corten pues, en esencia, la higuera es buena y puede dar fruto, solo que necesita de abono y agua. 

En el mundo, el abono y el agua vienen de diferentes maneras. Hay abono en forma de amanecer en la playa, en forma de hijos, en el reconocimiento como ser humano, etc. Inclusive uno mismo puede ser abono y agua para los demás y los demás para uno mismo. El intercesor es Jesús, que está dispuesto a dar la vida por nosotros, para que nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia.

La dinámica de la vida nos dice que, si no tenemos relaciones de mutuo beneficio que fomenten la vida, no subsistiremos como especie. Busquemos ser abono y agua para los demás – incluyendo vida no-humana – para cumplir lo que nuestro creador nos ha encomendado: ser mayordomos de la Creación.

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