15 de enero de 2025

Jubileo, tiempo de misericordia, caridad y amor

D.P. José Ignacio Abarca Franco 

El tiempo del jubileo, para los judíos de antes de la deportación a Babilonia, era un tiempo para recobrar bienes y relaciones, porque Dios había puesto como norma que debía cumplirse que, cada cincuenta años, las tierras volverían a las manos de la familia que las tenía originalmente.  

Aquellos que, por diversas situaciones, habían caído en esclavitud, recuperaban la libertad, todo regresaba a la situación de origen, por ello, el jubileo se toma como un tiempo de liberación, caridad y misericordia, que manifiesta el amor de Dios sobre su pueblo.

Desde el siglo XIV, la iglesia católica recuperó el signo jubilar como el tiempo en el que se pide misericordia y gracia especial, para el pueblo de los bautizados. Durante este periodo, se pide especialmente a Dios por la indulgencia, para aquellos que están en el purgatorio, para que, a través de los méritos de los que los recuerdan y las promesas de la peregrinación jubilar, obtengan la remisión de sus pecados y el ingreso a la proximidad con Dios. 

Ha habido diferentes términos jubilares; primero, cada siglo; después, cada 50 años, como lo era originalmente y, ahora, cada 25 años. Este tiempo se anuncia con una bula del Papa en turno.

Así, el jubileo, que inició el día 24 de diciembre, fue anunciado por el Papa Francisco con la bula Spes non confundit, la esperanza no defrauda: Peregrinos de Esperanza, pues será un año de esperanza para todo el mundo, que sufre el flagelo de las guerras, los efectos persistentes de la pandemia de COVID-19 y la crisis del cambio climático.

Este jubileo nos invita a abrirnos a un tiempo de confianza, fe y seguridad, en donde podamos contemplar cómo Dios nos da siempre una respuesta a todo aquello que ponemos en sus manos. También, nos anima a ser objeto de su misericordia y acudir para quitar las manchas y cicatrices, que ha dejado el pecado en nosotros, con la esperanza de que Dios va a actuar en nuestro favor, manifestando todo el amor que nos tiene.

Con esa confianza en la presencia, amorosa y activa de Dios, vayamos al encuentro de nuestros hermanos que más nos necesitan, para poder ser instrumentos de caridad y esperanza que renueve la fe en Dios por toda la faz de la tierra. 

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