8 de febrero de 2025

El surgimiento de Emmanuel

Santiago Aranda

Se ha terminado el calendario litúrgico y, con ello, inicia el Adviento; ese tiempo de reuniones para pedir posada y sentimiento de esperanza que nos invita a prepararnos a ser morada para el nacimiento de Dios. Ese nacimiento de Dios solo puede ocurrir en nuestros corazones, si dejamos que la fe nos invada y nazca el amor del Divino en nosotros. San Juan de la Cruz, místico carmelita y doctor de la Iglesia, nos invita a reflexionar sobre ello con un sencillo poema:

Del verbo divino

La virgen preñada

Viene en camino

Si le dais posada 

Es decir, la virgen que está por dar a luz, por traer a la vida al mundo — a Dios hecho humano – necesita un lugar en donde le den posada, para que nazca la divinidad. ¿En dónde tendrá morada esta virgen embarazada? En nosotros. Solamente podrá dar a luz si le damos posada en nuestro corazón.  

¿Qué significa dejar que, en nuestros corazones, nazca el amor de Dios? ¿La paz de Dios? ¿La bondad de Dios, la misericordía de Dios? Significa dejar que, en nuestro corazón, surja o emerja Cristo, el verbo de Dios, la segunda persona de la trinidad que nos guía al Padre. Significa que nos dejemos guiar por el Espíritu, para que sea Dios quien se manifieste en nosotros y podamos, así, transmitir su amor, su paz, su bondad, su misericordia. 

Dios no solo viene del cielo, también se hace presente en el mundo por la gracia del Padre, que hace que surja en nosotros. Por eso, en misa, las palabras: “Por Cristo, con Él y en Él”.

El Adviento es justamente el momento en el que preparamos la morada de nuestro corazón, para darle posada al amor de Dios, para que surja desde nuestros corazones. 

Y, así, mi oración para esta Navidad es que venga el hijo de Dios a nacer entre nosotros, pero, también, a través de nosotros. Una oración que le pide al Padre la paz en la Tierra, que tanto necesitamos y que solo se hará realidad cuando los suficientes hijos e hijas de Dios se despierten al diseño divino de hacer tu voluntad, y hagamos en nosotros un Emmanuel que emerje.

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