23 de julio de 2025

Todo a todos

P. Sergio García, M.Sp.S.

Gracias, mi Señor Jesús, por habernos dado la gracia de ser tus evangelizadores, tomando conciencia en este mes, que nos abrió el corazón al Evangelio y a sus destinatarios. “Todo a todos”, es la consigna, o sea, entregar todo el Evangelio a todo mundo, todos somos destinatarios.

Contemplo la historia de la Iglesia y me doy cuenta de que siempre ha habido retos, que parecen retardar tu proyecto de vida y de amor, mi querido Señor Jesús. 

Lo experimentó tu apóstol Pablo, cuando dijo: “El hecho de que se predique el Evangelio de Cristo me alegra y me seguirá alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a sus oraciones y a la ayuda del Espíritu de Jesucristo… estoy seguro de que, sea por mi vida o por mi muerte, Cristo será glorificado en mí…” (Flp 1, 18 -26). “Para mí, la vida es Cristo; y la muerte una ganancia…” sigue diciendo tu apóstol, Pablo, y esa también quiere ser la realidad de todos. 

Jesús, 21 siglos de distancia de tu presencia, de haber inaugurado la evangelización y enviar a los tuyos a todo el mundo, para hacer presente tu mensaje. 

Según tus Evangelios, todos somos, primero, destinatarios, alegres receptores de la buena nueva de salvación y, por eso, nos convertimos en agentes evangelizadores, siguiendo los lineamientos pastorales de tu misma Iglesia, a quien le has dado al Espíritu Santo para realizar tu obra, hacer presente tu reino y darle sentido a toda nuestra vida.

Los apóstoles llenaron Jerusalén de Evangelio y, por eso, fueron acusados, perseguidos, desterrados. En muchas partes de nuestro mundo, está sucediendo lo mismo y nada ni nadie puede quitarnos de tu amor salvífico que es el meollo de esta buena noticia.

Orar, orar sin desfallecer, con la seguridad de ser escuchados por tu Padre misericordioso. Tu palabra viva y eficaz, es garantía y seguridad de fortaleza en la persecución y suavidad y delicadeza, para los momentos tiernos y entrañables. Jesús, tú eres el Señor de nuestras vidas. 

Querido Jesús, te doy gracias, porque me permites llegar a mis hermanos, sintiéndome solidario con ellos, atravesar juntos las dificultades que se van presentando y, sobre todo, que juntos, contigo, podemos ser alegría del Padre que te contempla al vernos a nosotros, por la acción siempre necesaria de tu Espíritu Santo. 

Y tú, María, madre de Jesús y madre nuestra, sigue cuidando de todos nosotros, tus hijos muy amados y consentidos. Amén.

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