19 de abril de 2025

Dios y el dinero III (Mirar hacia lo alto)

Georgina Arámburu Mejía

Amigos lectores, hablábamos de que debemos confiar en que Dios nos va a proveer de lo necesario en el momento adecuado, ya que Él es el dueño de todo cuanto existe. Y nos podemos preguntar, Si Dios es el dueño de todos nuestros bienes, nosotros, ¿qué somos? Nosotros somos administradores y supervisores de todo lo que nos confía. «Nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él» 1Tim.6,7  

La Biblia es un manual de cómo ser buenos administradores. La ignorancia o desobediencia a los principios financieros de la palabra de Dios, causa, frecuentemente, problemas de dinero, avaricia, deshonra o insatisfacción. «Mi pueblo se va muriendo por falta de conocimiento» Os.4,6

«Ahora bien, lo que se exige de los administradores es que sean fieles» 1Co4,2 «Que cada cual ponga, al servicio de los demás, los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios». 1P4,10. 

Dios nos da a cada uno talentos para servir al hermano y los debemos utilizar para construir comunidad y para unirnos. Los talentos son los bienes materiales que Dios nos ha concedido. Esto quiere decir que los dones, que gratuitamente hemos recibido, hay que cultivarlos responsablemente y compartirlos en justicia, con amor y generosidad con los demás. Así pues, que los que mucho tienen, compartan, con generosidad, con quienes no tienen.

No se trata de tener o no tener dinero, sino de, cómo y en qué empleamos ese dinero. Hay una relación estrecha en el desarrollo del carácter de la gente y la forma en que maneja su dinero. Reflexionemos sobre nuestro proceso de obtener el dinero y de cómo lo utilizamos: ¿Soy honrado en mi trabajo? ¿Soy un empleador justo, que no retiene el salario? ¿Deseo tantas cosas que gasto más de lo que tengo? ¿Reparto mis recursos equitativamente: lo que gasto, ahorro y comparto? ¿O me convenzo de que no alcanza para donar al necesitado?

Tener muchas deudas nos refleja que utilizamos el dinero para nosotros mismos. Gastamos el dinero en lo que es más importante para nosotros y no en lo que Dios nos pide.

Al poner en práctica los principios de Dios, vamos a ser capaces de salir de deudas, gastar inteligentemente en lo que realmente necesitamos y ser generosos, al compartir con los demás los muchos recursos de que Dios nos provee.

Continuará…

Deja un comentario