10 de junio de 2025

El camino del llamado de Dios

El llamado de Dios es un camino que, naturalmente, está lleno de signos, la mayoría confrontantes y, quizás, contradictorios, puesto que Dios no nos llama a transitar por las grandes y tersas avenidas que el mundo nos pone. 

Dios nos llama a experimentar la verdad donde está el hombre, conocer la aridez y aspereza de sus caminos que lo tienen herido, humillado, abandonado y aterrado, por las consecuencias del atrevimiento de sus actos. Esa humanidad, a la que Dios llama a servir, a entregar Su gracia; pero solo es en la valentía y el atrevimiento del que acepta caminar junto con Cristo, el camino del dolor y del abandono, lo que lo sostiene en pie, porque, de ahí, sale la confianza y seguridad de que Dios está con nosotros.  

El llamado siempre está presente, tenemos la capacidad para elegir el camino a la aventura que nos plantea Dios. Sabemos que podemos confiar en que Dios nos proveerá de aquello que nos haga falta, Él nos impulsa y nos da seguridad, nos dota de fortaleza y de los dones que requerimos para atender aquello que nos pide. 

Y, cuando Él nos pide llevar a otro la gracia que nos da, no nos manda  con nuestras fuerzas y a nuestras posibilidades, porque, como Cristo mandó a sus discípulos, sin más que lo que traían puesto, Dios también nos manda con lo que somos en ese momento, para que solo Su gracia se haga presente e impulse todo aquello que hacemos; lo único que nos pide es ser dóciles, estar abiertos y seguros para recibir aquello que nos da, ser humildes para podernos poner a los pies del necesitado y a la altura del abandonado, para que desde su dolor e indigencia, podamos regresarlo a la compañía y seguridad, del amor de Dios, que se hace presente en su Iglesia. 

Ministrar la gracia de Dios es el camino de cada bautizado, atender Su llamado es la realidad que tenemos como sus hijos, que, con docilidad, debemos atender y con seguridad realizar. 

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