La Iglesia dedica el siguiente domingo después de Pentecostés al día de la Santísima Trinidad, el día en que Él se nos manifiesta como el único Dios verdadero en el que hay tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En este misterio de la Santísima Trinidad nos refiere al Padre que es completamente Dios, el Hijo que se encarnó en Jesucristo y que es Dios todopoderoso y el Espíritu Santo que es la relación de amor entre el Padre y el Hijo que también es Dios todopoderoso.
Es un dogma que puede ser difícil de entender, pues los Apóstoles fueron los primeros en entenderlo después de la resurrección y comprendieron que Jesús era el salvador enviado por el Padre. Los católicos creemos que la Trinidad es una, un solo Dios en tres personas distintas. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, eternidad, poder, divinidad y perfección.
Lo podemos ver en la Creación, Encarnación y en Pentecostés. En la Creación, Dios padre está como principio de todo lo que existe; en la Encarnación, Dios se encarna por amor a nosotros a través de Jesús para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna. Y en Pentecostés el Padre y el Hijo se hacen presentes en la vida del hombre mediante el Espíritu Santo, pues su misión es santificarnos, iluminarnos y ayudarnos para alcanzar la vida eterna.
¿Por qué nos persignamos?, «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Cada vez que hacemos la señal la Señal de la Cruz recordamos el misterio de la Santísima Trinidad.
“En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida”.
“y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que, por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna”.
“Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombre izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo con los mandatos de Jesucristo”.
“El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. (CCIC, 44)
“Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos, que actúa por todos y está en todos. (Ef. 4: 5-6)