H. Alfonso Pérez Larios, M.Sp.S. (36)
Continuación…
ENFERMEDADES Y SANTA MUERTE:
6 DE FEBRERO DE 1965.
El P. Alfonso también recuerda estos sucesos: «Fue, en el año del 46, cuando tuvo aquellas operaciones. A partir de ahí, empezó paulatinamente a estar mal de salud, hasta el año en que vieron que realmente ya no podía y lo quitaron de la casa de estudios y lo mandaron a una casa de ministerio. Lo mandaron para que descansara, pero se ve claramente que la vida de hermano coadjutor en una Iglesia no es ningún descanso, la verdad. Yo veo que ahí resplandece la paciencia del hermano. Que la enfermedad fue un factor de crecimiento en su vida espiritual».
Un buen día, fue el P. José Guzmán a celebrar; más tarde, expresó así sus recuerdos: «Como signo de abnegación y olvido propio, citaré lo que me aconteció con él, pocos días antes de su muerte. Sabiendo él que yo tenía algunos conocimientos de medicina, me dijo: `Padre, quisiera que usted me diera un consejo, a ver qué hago, porque tengo unas llaguitas en las piernas que me duelen un poco’. Fuimos a su recámara y, cuando se levantó un poco el pantalón, me quedé espantado al ver aquellas llagas, que eran horribles várices casi gangrenadas; en tales condiciones, seguía él heroicamente el reglamento religioso y prestaba sus servicios como sacristán, sin quejarse y sin pedir para sí mismo consideración alguna».
Seguramente, el P. José Guzmán habló en esa ocasión con el P. Luis Cervantes. El hecho es que, a los cuantos días, lo llevaron al Noviciado; luego, pensaron que estaría mejor en el Hospital Francés, en donde los doctores comprobaron la gravedad del caso. Cuando el P. Cervantes le comunicó la decisión, el hermano Alfonso le dijo: «No, por favor, no. Yo quiero morir aquí en la Comunidad, no quiero ir».
Continuará…