8 de junio de 2025

Pastoral vocacional en tiempos de crisis

Una idea clave para comprender nuestro tiempo eclesial es la de transición: algo está muriendo y algo nuevo está emergiendo. El Espíritu nos impulsa a una reforma y conversión sinodal, es decir, a adoptar una forma de pensar, actuar y organizarnos que haga real ese “caminar juntos” propio del sínodo.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha. Escuchar en reciprocidad —laicos, presbíteros, obispos, el Papa— y todos atentos al Espíritu. Esta actitud exige superar estructuras en las relaciones eclesiales, donde unos pocos mandan y enseñan y los demás obedecen.

También la pastoral vocacional atraviesa una crisis, entendida como cambio profundo. El Espíritu nos invita a replantearla desde esta lógica sinodal. Antes se hablaba de la vocación al sacerdocio o vida religiosa como “especial”, reservada a los “predilectos” de Dios. Pero esta visión ha quedado atrás: todas las vocaciones son especiales, porque cada persona tiene un llamado único. La mejor vocación es la de cada uno, porque es el camino que lleva a vivir con pasión y fecundidad el seguimiento de Jesús.

La pastoral vocacional debe anunciar la buena noticia de que cada vida tiene un propósito: Dios sueña algo para cada persona y la llama a dar vida desde su modo único de ser. Además, debe acompañar a los jóvenes para que descubran y abracen su llamado. Esto implica el desafío de la escucha auténtica: si no dialogamos con respeto, apertura y empatía con las nuevas generaciones, no podrán descubrir la belleza de su vocación. Por el contrario, les dificultaremos el encuentro con el Dios de Jesús.

Para quienes ya no somos jóvenes, entrar en diálogo con las nuevas culturas juveniles puede ser un shock necesario. Si no lo sentimos, quizás no estamos realmente relacionándonos. Y sin esa relación no habrá transmisión de fe ni del mensaje vocacional. La Iglesia corre el riesgo de volverse irrelevante para los jóvenes y dejar de ofrecer una experiencia significativa de humanización y liberación. Por eso, ¡asumamos el desafío del encuentro y la escucha!

La conversión sinodal es un proceso pascual, que también interpela a quienes vivimos la Espiritualidad de la Cruz. Para que algo nuevo nazca, algo viejo debe morir. Esto causa temor, pues implica pérdida de control y seguridades. Pero el llamado a construir un Pueblo sacerdotal requiere conversión y cruz: dejar atrás esquemas clericalistas, prejuicios y miedos, y caminar con confianza, como lo hicieron Conchita y Félix, hacia una comunidad donde todos tienen un llamado y un lugar

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