Continuación…
ENFERMEDADES Y SANTA MUERTE:
6 DE FEBRERO DE 1965.
Desde 1948, el hermano Alfonso empezó a sufrir por la desviación de las vértebras dorsales y lumbares, pero seguía trabajando normalmente. Hasta que, en 1954, los superiores le descargaron del trabajo de la cocina, sustituyéndolo por las Religiosas Oblatas de Jesús Sacerdote.
En abril de 1954, lo cambiaron a Morelia, donde duró más de un año. En noviembre de 1955, se recrudeció el mal de su espina dorsal y fue enviado a la residencia de Durango. Allí, además de su enfermedad ya bastante avanzada, le ocurrió un accidente que, aunque no tuvo fatales consecuencias, fue importante. El 6 de marzo de 1957, estando llamado a misa, se desprendió una argolla de hierro del techo, le cayó en el cráneo y le causó una hemorragia que, según la crónica, no tuvo fatales consecuencias.
En esta nueva residencia, el hermano siguió trabajando en todo lo que podía y viendo las necesidades del templo, para el esplendor del culto. Aún con sus limitaciones, cargaba jarrones, etc. Cuando ya estaba prácticamente inútil, por la desviación de la columna y las várices, los superiores lo trasladaron a la Ciudad de México, a la residencia del Pedregal, para que pudiera contar con los auxilios médicos de excelentes doctores.
En los primeros meses de 1959, el doctor Rafael Sáenz Arroyo lo tomó bajo su responsabilidad, atendiendo cuidadosamente su quebrantada salud, durante cerca de cinco años. Escribe: «Sin duda, fue muy significativa la actitud de conformidad que tuvo para con dos padecimientos que sufrió, particularmente, en las fases de agudización: una artritis reumatoide y una gran hernia diafragmática. Durante las épocas de mayor sufrimiento, nunca escuché alguna queja ni protesta del hermano. Sin duda, fue una vida ejemplar… Durante algunas fases agudas de su enfermedad, parecía acercarse más a Dios en la oración».
Continuará…