No es la nacionalidad, es la persona quien pone sello al papado son sus orígenes, experiencias, forma de entender e interpretar la religión y la vida.
Al ser elegido Robert Francis Prevost Martínez iniciaron los encasillamientos, las etiquetas “nuevamente un americano, no nuevamente un sudamericano, peruano, por su doble nacionalidad”. El agustino francoitaliano por el lado paterno y español por el materno es producto de una fusión familiar de varias nacionalidades, que se reflejan en un hombre poliglota, habla inglés, nació en Chicago, Illinois, además domina cinco lenguas romances, italiano, español, francés y portugués, latín.
Identifica su vocación en una escuela primaria parroquial local, con la influencia de sacerdotes diocesanos. Como todo joven, duda. Al igual que Agustín de Hipona fue abogado; Francis estudia matemáticas, en su encrucijada personal entre ciencias y humanismo reflexiona y decide ser misionero, entra al Seminario de los Padres Agustinos, obtiene diploma en teología.
Es enviado a la misión de Chulucanas en Perú, allí se deja conquistar por la comunidad. En su accionar pastoral, caminó por calles polvorientas, oficio misas bajo el abrasador sol y techos improvisados, compartió el pan y los peces característicos del Perú, así decide pertenecerle nacionalizándose peruano, convencido de su vocación de misionero.
Como todo agustino se mueve entre la fe y la razón; obtiene el doctorado teológico. Transcurre su vida principalmente en Perú con intermitencias en su natal Chicago, como formador de aspirantes, prior y vicario provincial.
En 2019 se define su futuro al encontrarse con el Papa Francisco, se identifican, por sus experiencias comunes misioneras, practicas pastorales, uno Jesuita, otro Agustino, mismos intereses una iglesia por y para sus fieles.
Francisco lo distingue como Cardenal y miembro de la Congregación para el Clero y Obispos, asciende a Prefecto del Dicasterio y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, siendo arzobispo-obispo emérito de Chiclayo, Perú, desde donde es elegido cabeza de 1,375 millones de católicos en el mundo.
Un Cardenal al ser elevado a Papa, elige el nombre de quien será su inspirador, es el caso de León XIII, su antecesor en nombre, en 1878, logró un acercamiento de la Iglesia a las realidades del mundo moderno con la encíclica Rerum Novarum, buscando equilibrar el liberalismo y el comunismo de entonces, tendencias del libre mercado y socialismo de hoy, en el fondo la desigualdad, problemas perenes de la condición humana.
León XIV declara con toda firmeza, desde el balcón de la Catedral de San Pedro, “la voz de la Iglesia y su testimonio, más que como institución, debe ser la comunión de fieles”. Su futuro sello lo deja en claro en su primer discurso desde el balcón de la Catedral, escrito por él y con la máxima duración de sus predecesores, diciendo: “Esta es la paz de Cristo resucitado, paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante, proviene de Dios, que nos ama de manera incondicional. Así buscará tender puentes entre culturas, generaciones y credos”.