Al llegar el fin de la vida de un Papa presenciamos la imagen de su cuerpo en el ataúd de ciprés ataviado de los ornamentos papales; puesto en el piso, apenas con un tapete que lo separa del frio y áspero pavimento. Nos llega a nuestra memoria el hombre que, hace unos años, fue anunciado y presentado por el camarlengo quien pronunciaba la fórmula “habemus Papam”.
En esos momentos, llenos de alegría expectante y presas del ambiente efervescente, pocos atendieron a lo que este hombre decía, pues la atención se centró en conocer al hombre que aparecería por el balcón, previamente adornado con cortinas rojas y un tapete rojo, sin ningún escudo papal.
Aparecía una figura desgarbada, con un torpe caminar debido a una lesión de una de sus piernas, quien con gracia solicitó a los congregados le dieran su bendición para poder iniciar su trabajo como obispo de Roma.
Así, Francisco inició su papado, pidiendo la bendición del pueblo y poniéndose al servicio de este. Los obispos y cardenales impactados no podían creer lo que veían y escuchaban. Muchos de ellos pensaban que solo era la ocurrencia de un cardenal jesuita argentino que quería escandalizarlos, porque lo que hizo fue como quitarse el solideo blanco y tirarlo por el balcón para que cayera al piso.
Tras 12 años, un mes y ocho días, ese solideo blanco no estuvo en la cabeza de un monarca, sino en el piso de la gente.
Francisco caminó durante todos estos años manifestando su cercanía y la atención que debe tener un ministro de la iglesia con su pueblo; el respeto y cuidado que manifestó con el necesitado; sus enseñanzas,z no con grandes documentos doctrinales, sino con acciones sensibles llenas de amor.
Francisco olvidó las razones de enojo, violencia y malestar justamente para mantener distancia y silencio con la Iglesia de la reforma y convidándolos a acercarse les abrió las puertas del Vaticano.
Con la iglesia ortodoxa se unifico y abrió la mente y el corazón para encontrar el camino del amor; con los judíos descubrir la misma pascua, como es Dios quien nos atiende y entiende a todos… pero su solideo en el piso también convocó a la iglesia para que expresara su necesidad de cambios y formas de actuar donde la voz del fiel se hiciera presente de una forma concreta y ordenada.
Francisco, ha partido a la casa del Padre, con su solideo en la mano.