Esta Semana Santa, tuve la bendición de ser parte de los diversos oficios celebrados en el Templo de la Parroquia de la Santa Cruz del Pedregal, guiados por el P. Fernando Artigas. Este año, las celebraciones adquirieron un significado especial, marcadas por el toque único del P. Fernando. Cada oficio destacó por su profunda espiritualidad, su calidez y su ambiente íntimo de oración y reflexión. Fue una semana de recogimiento que nos unió de manera más plena al misterio de amor que celebramos. Les comparto algunas reflexiones:
En la Cena del Señor, vivimos una experiencia profundamente espiritual que nos recordó el significado del amor fraterno, la Eucaristía y el Sacerdocio como un llamado al servicio y a la entrega total. En este año jubilar, se nos inspiró a fijar nuestra mirada en Jesús: a contemplar el mundo desde su perspectiva, a sentir con su corazón y a actuar siguiendo sus pasos. Así, nuestro corazón se expandirá para amar sin límites, con ternura que acoge, inclusión que abraza y misericordia que sana.
En el Vía Crucis, acompañamos al Señor en su camino hacia el Calvario. Con el corazón humilde, le pedimos que su luz nunca se aparte de nuestro sendero. Y elevamos nuestra plegaria para que cada vez más corazones se sientan llamados a tomar su cruz con amor y a seguir sus huellas de entrega y esperanza.
En el oficio de la Pasión de nuestro Señor, se vivió un profundo ambiente de oración y esperanza. Elevamos nuestras plegarias por la paz del mundo, especialmente en nuestro México, para que juntos construyamos un camino hacia la justicia y la equidad. Se nos instó a mirar los rostros de quienes sufren para encontrar en ellos a Jesús, quien nos invita a abrir nuestros corazones con una sonrisa, un gesto de apoyo o cualquier muestra de cariño. Hagamos sentir a cada hermano el amor de Dios que los abraza como hijos, uniéndolos a nuestra familia en Cristo.
En el Pésame a María con el corazón compasivo, nos unimos al dolor de nuestra Madre en sus siete dolores. En este acto de amor filial, ofrecimos nuestro propio sufrimiento y nuestros sacrificios, buscando así consolar su corazón y participar, humildemente, en la obra redentora.
Finalmente, la Vigilia Pascual, la celebración cumbre donde la vida triunfa: ¡Cristo ha resucitado, y con Él, nuestra propia esperanza de resurrección florece! En esta noche santa, fuimos testigos de signos sagrados: el fuego que renace, la luz que vence la oscuridad, la Palabra que ilumina el camino, el agua que purifica, la fuente bautismal donde nacemos a la fe, el pan y el vino, alimento de eternidad. En la Pascua del Señor, al celebrar sus misterios, abrazamos la firme esperanza de participar en su victoria sobre la muerte, para vivir eternamente unidos a Él, en el seno amoroso de Dios, como nos recuerda el Pregón Pascual: Otro mundo es posible, la justicia, la fraternidad y la igualdad ya no serán quimera. Cristo está vivo y camina con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. ¡Ha resucitado el Señor y vive para siempre! ¡Aleluya, Aleluya!