28 de abril de 2025

La Iglesia y los sacramentos

La Iglesia, que Jesucristo fundó en Pentecostés, actúa en el mundo, principalmente a través de los sacramentos. Son medios que Él depositó en ella, para llevar a cabo su obra de salvación en la tierra. El origen de cada sacramento se puede encontrar en las Sagradas Escrituras, pues todos fueron instituidos por Nuestro Señor. Continúan siendo válidos y eficaces, gracias a la sucesión apostólica de la que hablamos en el número anterior. 

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia de Dios en nosotros. No son meros ritos simbólicos, sino que, a través de ellos, Dios verdaderamente actúa en nosotros. Son sensibles, pues no solo actúan espiritualmente; también, nuestros cuerpos son partícipes de la acción de Dios. Cada sacramento tiene materia (elementos tangibles como el agua o el aceite, así como gestos) y forma (las palabras que se pronuncian al realizarlo). Además, los sacramentos involucran ministros, pero ellos siempre actúan in persona Christi (en la persona de Cristo), así que es Jesucristo mismo quien los realiza.

La Iglesia reconoce siete sacramentos: tres de iniciación (Bautismo, Confirmación, Eucaristía), dos de la sanación (Reconciliación y Unción de Enfermos) y dos de servicio (Matrimonio y Orden Sacerdotal). Hay tres que solo se pueden recibir una vez, pues dejan una marca indeleble: el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal. 

Aunque no todos se mencionan explícitamente en el Credo, los sacramentos son fundamentales para nuestra fe, pues constituyen la vida de la Iglesia. Nuestra fe es mucho más que un conjunto de normas de comportamiento o un llamado a hacer el bien: es vivir en cercanía con Dios, a través de esa vida de la Iglesia, que se concreta en los sacramentos. Profundicemos en nuestra comprensión y participación de los sacramentos y permitamos que, a través de ellos, Dios actúe en nosotros.

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