Queridos lectores, ya es común que, en la Semana Santa, familias enteras dediquen su tiempo para, en lugar de ir de vacaciones, ir de misiones, destinando esos días al servicio del Señor. Eso debe ser una gran alegría para los corazones de Jesús y de María.
Para poder ser embajadores de Dios, debemos prepararnos. Hay que llevar a nuestros hermanos al amor del Evangelio, que es Jesús. Estaríamos de acuerdo en que, para entregar a otros la Buena Nueva, debemos prepararnos leyendo los Evangelios.
Podemos decir que hay cuatro principios, para la Evangelización del Misionero.
1.El Encuentro. Jn.4,1-9
Jesús propició un gran encuentro con la Samaritana. Jesús va al pozo, para tocar la realidad que tiene y conectar con ella y, poco a poco, desde su verdad, la va llevando a una conversión radical.
2.Proponer Buenas Noticias. Jn.4,10-15
Jesús va sembrando la esperanza en su corazón. Que lo que digas en la misión sean palabras de vida y esperanza; que a la persona le llegue la gran noticia de Jesús: “Él te ama y, en Él, no tendrás sed”. La Samaritana se dirige resaltando lo malo. Jesús la orienta en tono de esperanza, generando, en ella, sed de una nueva vida. Ojalá que se queden con el mensaje de: «Dios te ama, tiene un plan maravilloso en tu vida y tiene una solución para ese problema que tienes».
3.La Evangelización Centrada en Cristo. Jn.4,16-20
Hay que propiciar un encuentro personal con Cristo, para que comprendan que, Jesús, todo lo puede cambiar. Él, la hace reflexionar sobre su propia vida. Y, en otro texto, (Jn.8,6), en el que quieren apedrear a una mujer pecadora, Jesús escribe en la arena y borra la palabra, como signo de que Él puede perdonar los pecados, «Jesús hace nuevas las cosas, no borra tu historia, pero quiere transformar tu vida».
4.Invitar al Acompañamiento. Jn.4,27-29
¿Cómo sabemos que hemos cumplido nuestra misión Evangelizadora? Cuando la persona dice: “yo quiero lo que quiere Jesús para mí”. No es caminar delante, ni encima de la gente, no tenemos derecho a juzgar sus vidas, sino a caminar juntos al ritmo de Jesús. El acompañamiento es saber escuchar.
Que el Espíritu Santo sople fuerte sobre cada uno de los misioneros, para que su Palabra llegue hasta los confines de la Tierra, amén.}