Me detuve en el supermercado, para comprar un bote de aceitunas que necesitaba para preparar una rica ensalada. Esa parada, que me iba a tomar quince minutos, se convirtió en más de una hora. Tomé un carrito y recorrí los pasillos en busca de aquel fruto del olivo. Me detuve en varias ocasiones, fui “víctima” de las ofertas, así, eché dentro todo aquello que me pareció una buena oportunidad. Una vez satisfecha, me formé en la caja para pagar.
—¿Encontró todo lo que buscaba?, me preguntó amablemente la cajera.
—Sí, gracias, en principio, no buscaba nada de esto, pero ya ve como es una, le respondí, mientras colocaba los artículos de la canastilla en la banda.
—Son $427.00, dijo.
—Puff, cómo ha subido todo de precio, ¿verdad?, le comenté en un tono de queja. Pagué la cuenta, le di propina al señor que, amablemente, los colocó dentro de una bolsa, me subí a mi auto y me fui.
Mientras iba manejando de camino a mi casa, caí en cuenta de la hora. Ya se me había hecho tarde para llegar a preparar la comida y la ensalada que…
—¡Ay no, se me olvidó comprar las aceitunas, ¡qué barbaridad!, me dije.
—¡Claro, por andar comprando otras cosas!, me repetí en voz alta.
—Bueno, pero le pongo los crutones que compré, no es el fin del mundo, pensé, intentando justificar mi distracción.
No es la primera vez que me sucede algo así. Si bien es cierto que no siempre se me olvida de comprar lo que se requiere, porque hago la lista, muchas veces, adquiero cosas de más.
¿Encontró todo lo que buscaba? La frase se grabó en mi mente para escribir esta reflexión. Haciendo una analogía sobre esta cita con mi vida diaria, concluí, haciéndome las siguientes preguntas:
¿Cuántas veces busco cosas que no llegan a mi vida, pero ocurren otras que no espero? ¿Cuántas veces me compro creencias, ideas que, así como en mi visita al supermercado, no necesito, pero, aun así, las deposito en mi carrito? Muchas de ellas, como en el caso de los crutones, me ayudan a encontrar una solución, pero, otras más, las adquiero por inercia. ¿Será que es momento de hacer la lista del super de mi vida, colocando dentro solo lo que me hace falta y dejando fuera lo que no? ¿Será que tengo que agradecer, como esas ofertas que encuentro, los beneficios que recibo a cambio?
Hoy, me comprometo a hacer ambas listas, prestar atención y, por qué no, a disfrutar también de las buenas ofertas que se ponen a mi disposición.
Uy, por cierto, no tengo café, ¡voy corriendo a comprar un bote!