8 de febrero de 2025

Dios te habla, haz silencio y escúchalo

Muchas veces, he oído: «A mí, Dios no me habla». Sin embargo, Dios, que es nuestro Padre, nos habla de muchas maneras y quiere que lo escuchemos. «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen», Jn.10,27. Nosotros somos sus ovejas, por lo tanto, si prestamos atención, escucharemos Su voz.

Jesús es el profeta perfecto, porque es el mensajero de Dios, es el Verbo, es el Mensaje mismo. Él nos señaló lo que el padre nos quiso enseñar, Jesus es Su palabra. Y nosotros deberíamos hacer nuestra esta gran verdad: «yo soy su oveja, Él es mi Padre, Él me habla, y yo lo escucho». Jesús es la verdad, y, cuando nos habla la verdad, su espíritu vive en nosotros y transforma nuestro actuar.

Dios nos habla a cada uno de nosotros de manera personal, pero ¿cómo afinar el oído para escuchar a Dios? Con una actitud orante. Forzosamente, se necesita hacer silencio, para poder escuchar la voz de Dios, necesariamente, hay que darnos tiempos y espacios para orar en silencio y poder escuchar la voz de Dios.

Y nos podemos preguntar, ¿cómo se autorevela  Dios? Mucho influye cómo me veo, cómo me percibo y cómo pienso sobre mí mismo. De acuerdo con cómo me percibo, es la forma en que veo a Dios: Si me juzgo con amor, Dios será, para mí, un Dios amoroso y cercano que me habla. Si me juzgo con dureza, Dios será un juez, que no querré escuchar. 

La forma en que te percibes a ti mismo es como percibes a Dios e influirá en la manera de relacionarte con Él. Si te miras con juicios negativos, Dios será, para ti, un juez implacable. Si te miras con bondad, Dios será, para ti, como realmente es: “Dios es compasivo y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad”. Éx.34,6

María Santísima, nuestra Madre, es quien más nos enseña una vida orante. Realmente, como ella, se puede llevar a cabo una vida de acción-oración. «María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su interior» Lc.2,19

María oraba constante, escuchaba la voz de su Señor y lo que no entendía lo meditaba en su interior; es decir, en oración, discernía lo que el Espíritu le indicaba.

Pidamos la luz del Espíritu Santo, para aprender a hacer silencio y ser capaces de escuchar la voz de Dios en nuestro interior, para discernir lo que debemos hacer.

«Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» Lc.11,28   

Amén.

Deja un comentario