Este primer día del año, en el que celebramos a María Santísima Madre de Dios, el Papa nos invita a que nos pongamos bajo su mirada, para que nos proteja el año que hoy empieza.
El Evangelio nos revela la grandeza de María; ella no realiza algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores se apresuran a Belén, tras haber recibido el anuncio de los ángeles (cf. Lc 2,15-16), ella permanece en silencio.
El silencio de María es un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios realiza. «María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc, 2,19). De este modo, deja un lugar en su interior para Aquel que ha nacido, poniendo a Jesús en el centro, dando testimonio de Él como Salvador. María, la Madre del silencio, María, la Madre de la adoración.
Es Madre, porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz. Ella siempre permanecerá en silencio, incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá haciéndole un lugar y engendrándolo para nosotros. Con su silencio y humildad, María es la primera «catedral» de Dios, el lugar donde Él y el hombre pueden encontrarse.
Nuestras madres, también, con sus cuidados ocultos, con sus desvelos, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y, luego, continúan acompañándonos, muchas veces sin que nos demos cuenta: el amor nunca sofoca, el amor hace un lugar para el otro, el amor nos hace crecer.
Francisco nos invita a que, al comienzo del nuevo año, miremos a María con corazón agradecido y pensemos en todas las madres, para aprender cómo ese amor se cultiva, sobre todo en el silencio, dando espacio a los demás, respetando su dignidad, dejando libres a sus hijos para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia.
¡Hoy, tenemos tanta necesidad de silencio, para escucharnos!, expresa Francisco, y recuerda el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: «La libertad y la convivencia pacífica se ven amenazadas, cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés personal, del afán de lucro y de la sed de poder”. El amor, en cambio, está hecho de respeto, está hecho de amabilidad: de este modo, derriba barreras y ayuda a vivir relaciones fraternas, a construir sociedades más justas, más humanas, más pacíficas.
El Papa nos invita a dirigir nuestra oración a la Madre de Dios y Madre nuestra, para que, en el nuevo año, crezcamos en este amor manso, silencioso y discreto, que genera vida y abramos caminos de paz y reconciliación en el mundo.
¡Feliz año nuevo!