8 de junio de 2025

Los Reyes Magos

La noche del 5 de enero es una noche especial para los niños y quienes tienen corazón de niño. En esa noche, la ilusión invade a las familias por la emoción de los Reyes Magos, que llegan trayendo regalos, tal como lo hicieron aquella gloriosa noche, en la que el Niño Jesús nació.

Al respecto, la Escritura nos dice que unos magos, que venían de oriente, llegaron a Jerusalén, preguntando “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.” (Mt.2.2).  Les informaron que, según lo escrito por el profeta, nacería en Belén de Judá. Siguieron su camino y, al llegar, “Entraron en la casa; vieron al niño con María, su madre, y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra” (Mt 2,11).

Así es como, cada año, los niños y algunos adultos esperamos con emoción la fecha, para escribirles a los Reyes Magos una carta, en la que les pedimos nuestros deseos. 

La beata Conchita Cabrera de Armida también lo hacía “Hoy, pedí a los Santos Reyes fe, fe, fe …puesto que esta ha de ser mi vida; ¡Oh y cuánto me falta esta virtud, Jesús de mi corazón”

Es justo la fe la que necesitamos en el día de la Epifanía del Señor, para que podamos reconocer la presencia del Salvador y, como los Magos de oriente, vayamos a encontrarlo para adorarle y ofrecerle lo mejor de nosotros.

Durante muchos años, ya siendo adulto, seguí recibiendo un regalo la noche del 5 de enero, un pequeño detalle que me endulzaba el día; sin embargo, hoy, que ya no puedo ver el regalo, sé que el gran don que he estado recibiendo es la fe.

Que, así como los Magos de oriente que, cuando vieron la estrella se llenaron “de inmensa alegría”, nuestro corazón se goce por el nacimiento del Emmanuel. 

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